Nunca se sabrá quién tuvo la culpa del episodio que acabó con la vida
de dos figuras de la oposición cubana, el responsable último del
accidente de tráfico por el que Ángel Carromero fue condenado a cuatro
años de prisión como autor de un delito de homicidio imprudente. Lo que
sí que se conoce al dedillo es el proceso de la repatriación de
Carromero, su paso fugaz por la cárcel de Segovia, la puesta en libertad
en un tiempo récord y la vuelta a las prebendas de las que el dirigente
de las Nuevas Generaciones del Partido Popular gozaba antes de este
episodio.
Cabían pocas dudas acerca de que el señor Carromero no
iba a estar encerrado en Cuba mucho tiempo. Tantos recursos volcados en
hacerle el trámite lo más leve posible han añadido algo de inquietud,
habida cuenta de la gran cantidad de españoles que se pudren en las
cárceles de medio mundo sin que el Gobierno acuda con el séptimo de
caballería a liberarlos. Pero lo peor de todo llega con las noticias que
cuentan cómo el caballero Carromero, de 27 años y nulos estudios -tres
cursos de una licenciatura inacabada- tenía antes de irse a conducir
por Cuba un sueldo de más de cincuenta mil euros anuales en el
ayuntamiento de Madrid para, según dicen los testigos de su oficina,
hacer de todo y de nada. Con el fin de llevar a cabo esa tarea tan
agobiante contaba con otros dos colaboradores a sueldo, uno experto en
la nada y el otro en el todo para, cabe pensar, que las cosas cuadren.
Cuatro
mil doscientos euros al mes son una cantidad lo bastante alta como para
preguntarse en qué consistiría el todo que hacía -y volverá a hacer en
adelantE- Carromero. La justificación oficial de ese dinero, la de
consejero técnico municipal de la Junta de Moratalaz -distrito de la
ciudad de Madrid- ha servido para demostrar que tiene un trabajo y
sacarlo de la cárcel, sí, pero suena a tapadera. Lo interesante sería
averiguar qué hacía en realidad el recién liberado preso y en qué medida
le llevó hasta Cuba, para relacionarse con los opositores de aquel
país, ese trabajo. De momento sólo se sabe que Carromero iba por los
pasillos hablando todo el tiempo por el móvil y que conducía a lo loco:
cuarenta y cinco multas de tráfico a partir de marzo de 2011 con pérdida
de todos los puntos de su carnet a causa de las infracciones acumuladas
desde mucho antes. Enviar a alguien así a hacer de chófer a cualquier
sitio supone tentar al diablo y éste, a juzgar por lo sucedido, se tomó
muy a pecho el desafío.
Averiguar las tareas subterráneas del muy
bien pagado consejero municipal daría, si no para una novela de
espías, al menos para un capítulo de la caspa política nacional. Pero la
verdadera cuestión, la más interesante, es la de cuántos asesores con
sueldo principesco existen haciendo todo y nada, al mismo tiempo que nos
bajan el sueldo, nos suben los impuestos y nos quitan los hospitales
públicos para vendérselos a los Güemes de turno.
Pie de Foto: Carromero con José María Aznar en el campus de la FAES, la fundación creada por el ex presidente del gobierno español y héroe de Las Azores que tiene como destino en lo universal para América Latina la defensa de los valores
occidentales en los terrenos de la seguridad y de la economía. Leamos unos párrafos de su documento América Latina, una agenda de libertad, obra del atildado Miguel Ángel Cortés, que fue subsecretario del ministerio de Educación y Cultura con una gran defensora de Carromero, Esperanza Aguirre, que como sabemos denunció las supuestas torturas padecidas en Cuba por el rozagante delincuente. Dice la susodicha agenda del mentado Cortés: América Latina es parte sustancial de Occidente. Hoy se enfrenta a la
disyuntiva de elegir entre dos caminos. Uno es el que siguen los países
que tienen éxito: el camino de la apertura al mundo, de la democracia,
del respeto por las libertades individuales y del fortalecimiento del
Estado de Derecho. Un camino que atrae inversiones, genera crecimiento,
incentiva a los emprendedores, crea empleo y reduce la pobreza. El otro
camino aleja de las sociedades abiertas, libres y prósperas. Tenemos
suficiente experiencia histórica – la tiranía en Cuba no es el único
caso – para saber como acaba esa ruta. Quienes hoy proponen seguir esta
vía se nutren de ideas caducas: del populismo revolucionario, del
neoestatismo, del indigenismo racista y del militarismo nacionalista.
Ninguna de ellas es desconocida en Iberoamérica. Constituyen el
“socialismo del siglo XXI”, heredero del que, en el siglo XX, generó
miseria y opresión. Quizá así entendamos un poco mejor las subterráneas y bien pagadas tareas a las que alude -sin especificar su consistencia- el artículo de mi apreciado Camilo.- Lazarillo
DdA, IX/2.276
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