Ana Cuevas
Con toda la polvareda que ha levantado el asuntillo de los sobres era de
esperar que el gobierno intentara sacarse un conejo del sombrero para
desviar la atención del respetable. El honor ha recaido en el ministro
Guindos. Su destreza no deja lugar a dudas. Consiguió la cartera de
economía pese a sus antecedentes laborales en Lehman Brothers.
¿Recuerdan?: el primer banco que quebró por el escandalo de las hipotecas
subprime y que arrastró consigo la caida de todo el sistema financiero.
Pues como mago lo mismo. Un chapucero. En vez de un simpático
herbívoro, el señor Guindos se ha sacado una esotérica alegoría de la
manga. Dice que ve la luz al final del túnel. Y se refiere a nuestra
situación económica. No vayan a creer que el buen hombre ha tenido una
experiencia extracorpórea, al menos que se sepa.
Sería conveniente
preguntar al ministro si el candil que vislumbra ahora es el mismo que
le iluminaba en Lehman Brothers. Porque entonces, apaga y vámonos. Lo de
ir hacia la luz da como yuyu. Y más cuando el túnel aparece como un
agujero negro que devora lo mejor de nuestra sociedad, nuestros tesoros.
La sanidad, la educación, los derechos laborales, los servicios
sociales... todo engullido por una oscura vorágine que han ideado unos
tipos con muchas luces... para afanar. Yo tengo otra versión de la
parábola de túneles y luces del ministro. Ese foco con el que pretende
hipnotizarnos para que avancemos confiados por un pozo de miseria, en
realidad son los faros de un trailer de elevado tonelaje que auguran una
catástrofe anunciada. O puede que sea el fulgor que emiten los lujosos
haigas de los corruptos huyendo con el botín a todo trapo.
Podrán
llamarme descreida, pero me tranquilizaría más ver que se creaba empleo
en vez de destruirlo o que se invertían recursos en investigación y
desarrollo para lograr ser más autónomos energéticamente en el futuro.
Proyectos tangibles, maravillosamente prosaicos, que dieran empleo y
esperanzas a la gente. No luminarias difusas como fuegos fatuos ni
vírgenes que alumbran lumbreras ministeriales. Señores del gobierno: dejen la luz y los taquígrafos para sus trapos sucios. Lo que la mayoría
de los españoles queremos ( trabajo, justicia, derechos sociales y
laborales, libertad y una democracia honesta y participativa) ya
debería estar bastante claro. ¡Aclárense ustedes!, si pueden.
DdA, IX/2.284
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