jueves, 24 de enero de 2013

EL ÁRBOL DE LA MENTIRA ENCONTRÓ EN ESPAÑA SU TIERRA PROMETIDA


Esperanza Ortega

La Mentira y la Verdad plantaron un árbol. La Verdad se quedó cuidando las raíces y la Mentira se encaramó en la copa. Hasta que la Verdad enterrada en la oscuridad, muerta de sed, terminó por devorar las raíces. Entonces el viento tumbó el árbol frondoso de un solo golpe, aplastando a todos los que se cobijaban debajo de sus ramas. Lo cuenta Don Juan Manuel en “El Conde Lucanor”, una colección de relatos que, después de más de seis siglos, sigue conservando su frescura. La mentira ofrece, efectivamente, una apariencia de tranquilidad engañosa: “A mí no me consta”, asegura Mª Dolores del Cospedal. A nosotros tampoco, pero sospechábamos que las cuentas del PP no estaban limpias, incluso mucho antes de que se descubriera la que guardaba Bárcenas en Suiza, tan sucia que ni la fuerza blanqueadora de la legía Montoro ha logrado limpiar. ¿Quizá la sombra del Árbol de la Mentira tiene efectos hipnóticos? ¿Por eso se olvidaron tan pronto las conversaciones grabadas en el caso Naseiro?: “Estamos en la política para forrarnos”, comentaba entre bromas Vicente Sanz a Eduardo Zaplana. Vicente Sanz era ex-presidente de la diputación de Valencia por el PP y Zaplana llegaría a ser presidente de la misma comunidad por el mismo partido. Pero las escuchas se declararon ilegales, y el caso se solventó sin que a los votantes de Aznar les constara. La corrupción en el PSOE desalentó a los que habíamos puesto nuestra confianza en un partido que había recibido la herencia de “cien años de honradez”. Y esa decepción pesa todavía en nuestra conciencia política porque contradice el sentido mismo del socialismo. Y porque nos constaba que sería utilizado para justificar la corrupción endémica de quienes entraron en política sin otro ideal que el de forrarse. Sin embargo, al PP y a sus votantes no les constaba que en Valencia y en Baleares, por citar dos ejemplos, la corrupción había sobrepasado todos los límites imaginables. Ni siquiera sospecharon cuando el juez Garzón fue expulsado de la carrera judicial por haberse asomado al pozo negro de la trama Gürtel. ¡Otra vez ese juez arañando las raíces de la verdad! Veintidós millones de euros en una cuenta sucia a nombre del sucesor de Naseiro han vuelto a poner la carta marcada sobre la mesa. Pero los tramposos siguen la partida. Nadie se da por aludido. Para echarse a llorar. Algunos hace tiempo que nos sorbíamos las lágrimas. Y no porque creamos que es inevitable que los políticos sean unos ladrones, sino porque muchos hayan llegado a considerar la corrupción política como inevitable en una democracia. Mientras, cada cual se las arregla para desenvolverse entre el fango y la mentira. “Hágase bien aunque lo haga el diablo”, dice el refrán. ¿Quién mejor que el diablo puede gobernar un país hundido en el infierno de la corrupción?  El Árbol de la Mentira ha encontrado en España su tierra prometida, aunque a Mª Dolores del Cospedal siga sin constarle. “Para ganarme el pan, cada mañana/ voy al mercado donde se compran mentiras. / Lleno de esperanza,/ me pongo a la cola de los vendedores”, escribió Berthold Brecht. Algunos, sin embargo, o no querían o no tenían mentiras que vender. Me refiero a los funcionarios y los trabajadores por cuenta ajena, y a todos los españoles que han pagado sus impuestos y contribuciones sin trampa ni cartón durante décadas. Ya, ya sé que usted tampoco formó parte de la banda de Alí Babá. Entonces, salga a la calle y grite: ¡Que no nos representan! En otro caso, quédese en casa, como manda Rajoy.

DdA,IX/2.284

No hay comentarios:

Publicar un comentario