Lazarillo
El transporte de uranio enriquecido en Reino Unido, desde el puerto de
Bilbao a la fábrica de combustible nuclear de ENUSA, ubicada en la localidad de Juzbado y próxima a la ciudad de Salamanca (con un área metropolitana de más de 200.000 habitantes), no se verifica con el embalaje requerido por la normativa internacional para este tipo de transportes radiactivos. Noticia de tal tenor es la que se puede leer en la crónica parlamentaria de mi estimado colega Luis Díez (Cuarto Poder), si bien el titular de la misma no llamaría la atención por este motivo, pues se diluye bajo una frase que nada dice al respecto: Soraya, Soria y Montoro sufren ataques de sinceridad.
El ataque en cuestión que afecta al ministro de Industria y hace referencia a esas irregularidades en el transporte de uranio enriquecido, consta en la respuesta que Soria dio al portavoz de Amaiur, Iñaki Errekondo. Aunque en la misma el titular de esa cartera pretende tranquilizar al diputado vasco, lo cierto es que la información suministrada al respecto más bien debería ser motivo de preocupación: "Reconoce Soria un transporte de
12,4 toneladas de dióxido de uranio en polvo, con enriquecimiento
interior al 5%, procedente de Reino Unido, que se realizó el 10 de
septiembre por carretera desde el puerto de Bilbao a la fábrica de
Salamanca, no contó con el embalaje propio de los bultos que contienen
materiales fisionables (“como el transporte al que se refiere la
pregunta”). Ese embalaje ha de ser capaz de resistir “las condiciones de
un accidente grave” y, según la normativa internacional, corresponde a
“bultos B y C”.
En cambio -prosigue la información aportada en la crónica- el dióxido de uranio radiactivo se traslada como
“mercancía industrial de tipo A, o exceptuada”, con un embalaje no
diseñado para soportar accidentes graves. “La mayoría de los transportes
(alrededor del 90%) se llevan a cabo de esta manera”, añade el ministro
Soria. Pero no importa porque, según agrega, “las estadísticas de
accidentes en el transporte demuestran que estos bultos han aguantado en
muchas ocasiones condiciones más exigentes de aquellas para las que han
sido diseñados”. Soria explica que los transportes
cuentan con “certificado de origen”, emitido por la autoridad competente
de Reino Unido –osease, que de contrabando no es el uranio ese- y con
el conforme de su departamento (Dirección General de Política Energética
y Minas), previo informe del Consejo de Seguridad Nuclear. Pero es que
además, “en 45 años nunca ha habido un incidente de transporte que haya
causado daño radiológico significativo para las personas o el medio
ambiente”, aduce el ministro, como si eso fuera una garantía.
Y para que se hagan una idea del número de transportes de material
radiactivo, ilustra Soria al de Amaiur diciendo que sólo “en la Unión
Europea se supera el millón y medio de bultos al año”. En España, en 2009 -se ve que el ministro no dispone de datos más recientes-, el
número de envíos a las más de 340 instalaciones radiactivas existentes
(hospitales, laboratorios, industrias) superó los 40.000. Por supuesto,
para que la gente esté tranquila, los transportes de materiales
fisionables están “debidamente inspeccionados por el CSN” y “los
itinerarios son confidenciales”. Este Lazarillo, que se considera parte de la gente, no se queda tranquilo, mucho menos residiendo a la vera del Tormes, que baña Salamanca y Juzbado.
DdA, IX/2.270
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