Ahora,
gracias a los trabajadores de la limpieza de los centros sanitarios de
Alicante, ya sabemos a qué huele la privatización. Un nauseabundo olor a
basura reina en el que debería ser un aséptico escenario. Las
plantillas, que llevaban varios meses sin cobrar, emprendieron una
legítima huelga para reclamar sus salarios. Pronto, todos los centros
afectados parecían los escenarios de The Walking Dead.
El dinero público
con el que se paga a las subcontratas llega mal y tarde de la
administración y las empresas, al márgen de su solvencia y de sus
anteriores y pingües beneficios, se escudan en ello para no pagar las
nóminas de los empleados. En su función de meros intermediarios (que
rentabilizan cada euro de dinero público escatimando en materiales y
personal), sienten que su responsabilidad acaba cuando se cierra el
grifo de la abundancia institucional. Los trabajadores se quedan
indefensos, en tierra de nadie, obligados a realizar una huelga
impopular entre los usuarios que, agobiados por las consecuencias, no
alcanzan a entender la desesperación que les motiva. Privatizando,
privatizando, se va dejando una estela hedienta de podredumbre por
doquier.
Leo por ahí que ha saltado la alarma en los servicios de
urgencias por la cantidad de ulceras agusanadas que presentan algunos
pacientes, especialmente los más ancianos. Al parecer, las causas
podrían estar en la privatización y los recortes que sufren muchos
geriátricos y residencias. Estas llagas requieren un cuidado extremo
que, debido a la merma de personal, no pueden recibir. El resultado son
unas heridas que no se curan, plagadas de gusanos, que no se veían en
nuestro país desde la postguerra.
Así que no hay duda. La
privatización viene envuelta en una aura de miseria y pestilencia. Un
tributo social necesario para que engorden los bolsillos de unos
particulares. También trae un fuerte efluvio a fraude y corrupción, más
sutil pero igual de irrespirable. Suerte que los
profesionales de la limpieza no reblamos por repugnante que sea la
suciedad a la que debemos enfrentarnos. ¡Ánimo compañeros! Si alguien
sabe como hay que tratar a la basura, esos somos nosotros.
PUNTOS DE PÁGINA
DdA, IX/2.271
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