Antonio Aramayona
El Gobierno gallego ha aumentado el dinero destinado a pagar al profesorado de religión (27,7 millones de
euros, cantidad equivalente a la partida destinada –y recortada- a los
comedores escolares de la
Comunidad). De hecho, hace unos años, el Estado español ya
destinaba 517 millones de euros a pagar a los profesores de religión de todo el
Estado. Hay recortes presupuestarios explícitos, implícitos, abiertos,
alevosos, perpetrados con nocturnidad, etc., pero la Santa Iglesia
Católica Apostólica y Romana (SICAR) no ha visto recortado, sino aumentado en
algunas partidas, el dinero que todos y todas pagamos para su sustento y
sostenimiento.
Hay seis millones de parados y una recesión económica ciclópea, que paga la
ciudadanía, pía y creyente o indiferente y descreída, a base de austeridad y
recortes a destajo. Sin embargo, la
SICAR –como su reino no es de este mundo- permanece incólume
sobre su destino en lo universal: no sufre recortes y sigue recibiendo los dineros
que el Concordato de 1953, los Acuerdos de 1979 y la flojera mental de ZP en su
segundo mandato le van entregando cada año, libre de impuestos (más de diez mil
millones de euros anuales). Por si fuera poco, el Gobierno gallego incrementa
el presupuesto para profesorado de religión, así como también las subvenciones
a la FP
privada-concertada, incluidos los centros que segregan por sexo (léase Opus Dei
y Cía.).
(A propósito de “mi reino no es de este mundo”: ¿llegará el día en que la SICAR ose decir, en su
destreza camaleónica, “mi república no es de este mundo” o “viva Cristo,
presidente de la República”,
en lugar de “Viva Cristo Rey? ¿Los dioses son ontológicamente monárquicos?).
Ya lo dijo Marx y lo decimos además muchos otros: la religión es una
ideología sumamente eficaz para apoyar y justificar un sistema económico y
social en el que la mayoría de la gente, el pueblo, lleva las de perder. Como
el reino verdadero no es este mundo la gente debe asumir que no importa sufrir
aquí y ahora con tal de disfrutar a cambio del reino de los cielos, que
–obviamente- no es este mundo, pues no resulta accesible ni siquiera por avión
o por nave espacial.
“Da igual que veas, hijo mío, cómo
una minoría de hermanos tuyos se lo pasan en grande también en este valle de
lagrimas; tú, aguanta, que llegará tu recompensa”. Pero como el mensaje puede colar poco y mal,
es necesario que ya desde la más tierna infancia haya muchos profesores y
profesoras de religión y muchas horas de clase de religión en la escuela,
pagados con el dinero de los que tienen y de los que no tienen. Y como hay
quienes no garantizan la impartición fiel de la sagrada doctrina, que sea
entonces el dedo del señor obispo de cada lugar el que dictamine cada año en
exclusiva quiénes son los adecuados para enseñar creencias religiosas, en lugar
de saberes racionales y científicos, en los centros de enseñanza.
Dicen los obispos de la
SICAR que el país va mal por la ola de laicismo que nos asola
y por la falta de fe en las familias. Y los señores del Gobierno popular y
asesores varios (muchos de ellos fervientes creyentes y supernumerarios) les
dan la razón: hay que creer sin ver, asentir en razón de la autoridad de quien
lo dice, acallar a la soberbia razón y
prosternarse ante los representantes del dios de los señores del dinero
y de la guerra. Dice Guindos: “Acabamos de saber que hay seis millones de
parados, pero en verdad os digo que en junio la economía española empezará a crecer y crearemos muchos puestos de trabajo”,
y los ciudadanos, cultivado su intelecto rectamente en la sana doctrina gracias
a las clases de religión recibidas en la escuela, asienten, aunque no
comprendan un carajo. “Si sois hoy
austeros, mañana todo retornará a su sitio”, predica Rajoy. Y los fieles
seguidores de la sagrada doctrina, creen sin ver (lo cual tiene mucho mérito,
hay que reconocerlo).
Feijoo ha indicado el camino a seguir, y los demás Presidentes de
Comunidades Autónomas no descansan ya, llevados por el anhelo de secundar su
ejemplo.
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