Si España progresa adecuadamente en algo es en lo relativo al nivel de
corrupción e iniquidad que pulula en el manejo del sector público. Hemos
ascendido en el ranking mundial y ahora compartimos un aventajado
puesto con Botsuana. Aunque conociendo el savoir faire íbero en temas
como el cohecho, la prevaricación o el fraude, pronto dejaremos atrás al
emergente país africano.
Ahora Díaz-Ferrán está entre rejas. Su
curriculo delictivo podría rellenar este artículo por sí solo. El que
fuera líder de la casta empresarial española resultó ser un corsario con
licencia para robar y explotar a sus compatriotas. Sus fechorías eran
públicas, como públicas eran sus infames declaraciones exigiéndonos
trabajar más por menos sueldo. Su entramado mafioso contaba con
personajes que parecen extraidos de las novelas del género gansteril.
La
figura de "El Liquidador", el sicario que usaba don Gerardo para
rematar sus empresas, representa una profesión funesta que ha sido
creada con el único fin de ayudar a defraudar capitales. Muchas
voluntades políticas e institucionales le apoyaron y otras muchas
miradas se desviaron para que este individuo medrara a sus anchas y
dirigiera impunemente la mayor organización empresarial del Estado. Y
sí, ahora está en la cárcel. No sabemos por cuanto tiempo ni nos hacemos
ilusiones con que devuelva un euro de lo estafado. Nos lo entregan como
un presunto chivo expiatorio que amortigüe el mosqueo que crece entre
la ciudadanía.
Pero ni Ferrán es un chivo (yo lo veo más como al padre
del cabrito), ni nos creemos que vaya a expiar todas sus culpas. Además,
el antiguo padre-patrón que tan fehacientemente apoyaba el esclavismo
laboral, es solo uno de los pervertidos carneros del nutrido rebaño de
corruptos. Una manada que no vería posible su orgía defraudadora si no
fuera por la connivencia que mantiene con el poder político. Acabar con
la evasión de capital o los paraísos fiscales sería factible si los
dirigentes estuvieran dispuestos a actuar con honestidad y sentido del
servicio público. Pero los hechos nos demuestran que son rehenes de los
bancos y de los intereses que comparten con la camorra empresarial y
financiera. Antes de incomodar a estas élites, optan por quitar las
ayudas a los discapacitados o privatizar la salud de los españoles. ¡Viva la Cosa Nostra! La de ellos, claro. Las cosas que le roban a lo
público para repartir entre "la familia".
La corrupción es el genuino
mascarón de proa de la marca España. Y si Botsuana o cualquier otro
territorio en vías de desarrollo y con un caótico régimen político
pretende hacernos sombra en podredumbre, ¡cuidadín! porque ya saben como
se las gastan los del hampa. Siempre pueden hacer que parezca un
accidente... Como han hecho con esta p. crisis.
DdA, IX/2.249
1 comentario:
¡Qué bien lo dices!
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