Ana Cuevas
Entonces se trata de eso. De lo que ha dicho el ministro de justicia
sobre que gobernar, a veces, es repartir dolor. Partiendo de este axioma
envenenado, Gallardón justifica la ensalada de hostias que la
ciudadanía recibe cada día. Esta filosofía del sufrimiento (sobre todo
si es ajeno) encaja de maravilla con la formación ultracatólica de los
actuales ministros. Nos torturan por nuestro bien. Convierten nuestra
existencia en un infierno, es verdad, pero lo hacen con un objetivo
redentor que va más allá de nuestras miserables vidas terrenales. Todos
sus tormentos tienen la única misión de purificar nuestra carne mortal
para hacernos merecedores del reino de los cielos.
Un plan regio y de
elevadas miras que, sin embargo, tiene muchas fisuras. La primera y
principal es que los demócratas de raza no nos creemos aquello de que
"quien bien te gobierna, te hará llorar". No somos amigos de cilicios
que estrangulen la libertad y la supervivencia de los pueblos, mire
usted por donde. Somos más de pensar que los que elegimos en las urnas
tienen el sagrado deber de proteger a los ciudadanos y garantizar su
bienestar y sus derechos. Y por lo que parece, los españoles somos más
demócratas y agnósticos de lo que presumían los supernumerarios del
gobierno. De nada ha servido tanta tradición de represión
judeocristiana, estamos dejando claro que no nos va su rollo
sadomasoquista.
El gobierno de Rajoy se está quedando solo frente a una
mayoría social que se levanta, que no soporta el exceso de dolor e
injusticia que le están administrando. Ya no podemos permanecer
impasibles viendo como se derrumban los derechos laborales y sociales
que se construyeron sobre la base de otro sufrimiento: El de todos los
hombres y mujeres que lucharon y se comprometieron por una sociedad más
justa e igualitaria. Por una España de la que se erradicara para siempre
el dolor que repartían explotadores, sicarios e integristas por nuestro
"presunto" bien. Una España que vuelve ahora en carne ministerial para
persuadirnos de que el actual calvario es necesario, de que es nuestro
único camino, nuestro deber y salvación.
¿Pues saben que les digo?: Solo
se me ocurre una manera de combatir ese agudo dolor de España que nos
atormenta: Sacar del gobierno a estos aventajados aprendices de
Torquemada. Que se metan su reparto de suplicios por donde les quepa. Si
lo prefieren, pueden hacerlo en forma de supositorio.¡Todos juntos en
la calle, hasta que haga efecto el analgésico!. Que se repartan ellos
sus miserias.
DdA, IX/2.251
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