Ana Cuevas
Con el Nuevo Régimen anunciado por el
ministro Gallardón (fruto de un lapsus o de una declaración explícita,
vaya usted a saber) se esclarecen las dudas sobre la deriva de nuestra
sociedad. En este nuevo orden no hay lugar para la justicia. La
educación y la sanidad se convierten en privilegios pecuniarios y el
trabajo pasa a ser un bien escaso que requiere aceptar el estatus de
esclavo para poder acceder a él. Grilletes, miseria, enfermedad e
ignorancia serán los signos de los tiempos de la refundada barbarie
capitalista. La bestia se revuelve, quizás al vislumbrar su agonía, y
pretende arrastrar cualquier vestigio de civilización y progreso en su
caída libre.
Ante una ofensiva tan brutal solo caben dos opciones: Sucumbir y aceptar un futuro emponzoñado para nosotros y nuestra descendencia o defender a cara perro los derechos y libertades que se están aniquilando. Un clásico, susto o muerte. Yo soy de los que escogen susto (la muerte ya la tengo segura desde que me alumbraron). Además, superado el primer escalofrío, el cuerpo se te va volviendo inmune al susto. Y el miedo es sustituido por la mala leche que se te apodera cuando ves como saquean el Estado enmascarados en su crisis-estafa.
El desguace y privatización de la sanidad es un negocio lucrativo para los depredadores neocon. Su oportunidad de pelotazo post-ladrillo. Con el gobierno popular se ha abierto la veda de la sanidad pública. Sus compadres pueden practicar el tiro libre y cobrarse suculentas piezas en los confortables cotos sanitarios que les ponen en bandeja. Pero a cada cerdo (o dragón ultraliberal) le llega su san martín (o san jorge particular). Y a este monstruo antropófago le están saliendo muchos voluntarios para cortarle las alas.
Los trabajadores y trabajadoras de
la sanidad pública no pensamos rehuir la contienda. Nuestros empleos y
la salud de la gente son suficiente acicate para que vayamos afilando la
punta de la lanza. La sanidad se defiende y... contraataca. ¡Que se
prepare la Bestia!
ESTE ES UN PAÍS DE CHORIZOS
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