Alejandro Prieto
Que el número de asociaciones o fundaciones de carácter
civil crezcan en número y cobren peso y relevancia en distintos escenarios
sociales, es indicativo de una mayor toma de conciencia e implicación por parte
de la población en asuntos relacionados con la ayuda humanitaria, la
protección de la dignidad y libertad de las personas, la conservación del
medio ambiente y el desarrollo sostenible o la defensa y promoción de la
transparencia democrática, es decir, hay valores sociales que resisten la
erosión y los embates de la ambición e indiferencia.
Sin embargo, un aumento de la cohesión de sensibilidad y empatía en torno a organizaciones no gubernamentales (ONGs), en mi opinión, no solo pone de relieve la desconfianza existente hacia las administraciones del Estado (asociadas con el derroche, la ineficacia y la corrupción), sino que deja visibles las enormes goteras que presentan los tejados gubernamentales.
Sin embargo, un aumento de la cohesión de sensibilidad y empatía en torno a organizaciones no gubernamentales (ONGs), en mi opinión, no solo pone de relieve la desconfianza existente hacia las administraciones del Estado (asociadas con el derroche, la ineficacia y la corrupción), sino que deja visibles las enormes goteras que presentan los tejados gubernamentales.
Si por retraimiento, inacción o intereses espurios,
las estructuras políticas y económicas se muestran incapaces de controlar y
ordenar aspectos sociales básicos, tales como procurar el acceso a la
alimentación, la sanidad, la educación o la vivienda, es evidente que
necesitan reformas urgentes. Quiénes tienen la responsabilidad de velar e
implementar acciones dirigidas a procurar el bienestar de la ciudadanía, ¿los
Estados o las organizaciones civiles y caritativas?
Recientemente, un magistrado de
la Audiencia Nacional levantó ampollas al referirse a la decadencia de la
clase política en una sentencia, y, en realidad, aunque no considero demasiado
acertado establecer una dicotomía entre representantes y representados en
cuanto a debilidades y perversiones se refiere, resulta obvio que la política
está deslizándose por el tobogán de la inoperancia y el descrédito, actuando
como padres que se alejan y desatienden a sus hijos para divertirse y
complacer a quienes organizan fiestas de lujo sordas y ajenas a las
necesidades y los llantos del pueblo.
DdA, IX/2.223
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