Adolfo Muñoz
En 2012, quinto
año de la crisis de 2007, las posturas políticas se han decantado de esta
manera: la derecha política está a favor de la austeridad, y la izquierda a
favor del crecimiento.
La derecha ha
encontrado en las medidas de austeridad un medio de poner en marcha el
principio número uno de su ideología: el adelgazamiento del estado; y eso al
mismo tiempo que se da un nuevo paso de gigante en el enriquecimiento de los
riquísimos. Mediante el adelgazamiento del estado, se impide a los pobres
el acceso a una buena educación y a una buena sanidad. Al aumentar el paro, por
virtud de la ley de la oferta y la demanda, los salarios bajan.
El
problema que la derecha no quiere ver es: ¿de qué sirve que bajen los salarios
en cuanto que costes de producción, si al mismo tiempo bajan en cuanto
posibilitadores del consumo?
La respuesta está
sin duda en que, mientras pretende utilizar la austeridad para combatir la
crisis, lo que realmente está haciendo la derecha es utilizar el pretexto de la
crisis para aplicar la austeridad. Y no para todos. Tras esta táctica hay, cómo
no, estupendos beneficios, pero seguramente también cierta dosis de sadismo.
Cfr: “¡Que se jodan!” (Andrea Fabra).
La izquierda ha tomado
la lógica postura de defender lo que criticaba, es decir, el crecimiento
económico. Y no tiene nada de extraño, pues las necesidades acuciantes son
antes que las preocupaciones sobre el futuro del planeta. La izquierda lleva
decenios asimilando la moral de retirada, la idea de que cada cambio es para
peor, de que cada reforma supone una merma de derechos. Así que ahora la idea
de la izquierda es volver a estar tan mal como hace cinco años. Y tiene de su
parte el ver cómo han funcionado las cosas en el resto del mundo: aquellos
países que han adoptado las medidas de crecimiento, como los países nórdicos o
americanos, lo están pasando considerablemente mejor que aquellos que, como
Grecia, Portugal y España, han optado por la austeridad.
Sin embargo, la auténtica
izquierda no puede olvidar que a la larga el crecimiento no es la solución. El
problema del capitalismo actual es que exige enormes tasas de crecimiento para
mantener los mismos niveles de desempleo. Ese es el absurdo que hay que cambiar
pues, de no hacerlo, destruiremos el planeta para encontrar trabajo. Y eso si
conseguimos encontrarlo.
La paradoja es que
las posturas de la derecha llevan a acelerar la agonía del capitalismo, y su
muerte; en tanto que las medidas propugnadas por la izquierda llevarían a
insuflarle un poco más de vida.
El capitalismo ya
está moribundo, casi muerto. Murió de un atracón. Sin embargo, es un cadáver al
que tardaremos decenios en enterrar. Qué mala suerte, nos ha tocado vivir en
una época que nos convertirá en las larvas que devoran el cadáver.
ESTO Y AQUELLO
El reciente informe de una comisión de jueces es demoledor. Atribuye
esta situación a la “ligereza y mala praxis” bancaria. Pero mientras el
dinero público, sustraído a los ciudadanos, se destina a sanear las
cuentas de los causantes del estropicio, nadie detiene la apisonadora.
Las viviendas que pierden las familias en apuros pasan de nuevo a manos
de los expoliadores y a precio de saldo. No es mafia, pero se parece un
huevo. Lástima que esta casta, la que se enriquece con la ruina, no se
muera de risa. No hay lucha de clases. Lo que hay es un Estado de abuso:
sangría a los asalariados, estupor de clase media, estampida emigrante
de jóvenes. Y privilegios para los privilegiados.
En el drama del desahucio, ¿por qué no se aprueba ya una moratoria
que evite que la gente quede a la intemperie mientras no se revisa una
ley anacrónica e injusta?
Esto y aquello y lo otro están sumando de más. +@Manuel Rivas
DdA, IX/2.216
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