sábado, 15 de septiembre de 2012

LA LIBERTAD Y OTRAS MENTIRAS



Adolfo Muñoz

La industria del convencimiento alcanzó su cenit en la guerra fría, cuando se convirtió en arma de una guerra que tuvo por escenario el planeta entero. La torpe maquinaria publicitaria del comunismo no fue rival para el formidable arsenal capitalista. Y la bomba estrella de ese arsenal fue la palabra “libertad”.

La idea de que el ser humano era más libre bajo el capitalismo que bajo el comunismo triunfó por mera repetición y acabó ganando la guerra. Sabemos que esta idea de la repetición insistente proviene de Goebbels: “Una mentira mil veces repetida se convierte en verdad”. Y esa mentira se repitió no mil, sino millones de veces, en todas las emisoras de radio del “mundo libre”, en todos sus periódicos, en todas sus salas cinematográficas y después en todas sus televisiones.

Para dar más verosimilitud a esa insistente consigna, se fomentó la inmigración proveniente de los países comunistas con la misma energía con la que se reprimía la inmigración proveniente de los países capitalistas más pobres.

El cine encontró dos vehículos soberbios de esta consigna: los nazis y los marcianos. Los marcianos de la guerra fría eran malvados y maquinales. Su propósito era invadir la Tierra, matando o esclavizando a sus habitantes. Los nazis eran igual de maquinales que los marcianos, y hablaban casi igual que los rusos (pese a que en la realidad el acento ruso y el alemán tienen poca similitud). Nazis y marcianos eran metáforas de los comunistas perfectamente inteligibles para todos los subconscientes del planeta.

En la propaganda, antes que la consigna de la falta de libertad en Rusia fue la de su sordidez; después vinieron los derechos humanos. En la inaugural Ninotchka (1939) el énfasis no se pone tanto en la falta de libertad del comunismo como su falta de alegría y sensualidad. La rígida Ninotchka terminaba sucumbiendo a la magia del champán y los vestidos bonitos. Después, los derechos humanos complementaron la idea de la libertad. Derechos humanos, libertad, democracia, felicidad: lemas robados a los revolucionarios, vaciados de todo sentido y vueltos contra el enemigo.

Estas ideas se repiten primero machaconamente. Después, ya no hace falta, pues las conexiones se establecen en la mente del receptor, e incluso del transmisor, de modo inconsciente. La noción de comunismo no solo se conecta automáticamente con la falta de libertad, sino incluso con el frío de Moscú.Y, por supuesto, se utilizan lentes aberrantes para mostrar al enemigo. Lo bueno se encoge, lo malo se amplifica al tiempo que se etiqueta como “comunismo”.

Aún hoy día vemos cómo se nos enseña a Cuba. Bajo la etiqueta “COMUNISMO”, la falta de libertad, democracia y derechos humanos se agranda como piojos ante una lupa. En contraste con Cuba, Guatemala, por ejemplo, no existe. La sanción a un cubano tiene más relevancia que el asesinato de decenas de miles de guatemaltecos. Pero cuando, por error, los horrores de Guatemala llegan a los medios de comunicación, nos cuidamos mucho de ponerles la etiqueta “CAPITALISMO”.

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