domingo, 30 de septiembre de 2012

ALBERTO CASIILLAS EXIGE QUE EL PP LE BORRE DE SU LISTA

Alberto Casillas y Goya, del 3 de mayo al 25-S

 Félix Población 

Se dijera que a Cristina Cifuentes o a algún otro superior de las fuerzas antidisturbios le ha sentado mal que un ciudadano, el camarero de un restaurante ubicado en el Paseo del Prado, se haya opuesto a que la policía apalease a los manifestantes del 25S que se habían refugido en su establecimiento ante la brutal represión de los agentes. De otro modo no se entiende que ayer, sábado, y ante la nueva y multitudinaria concentración que tuvo lugar ante el Congreso de los Diputados en protesta por la desproporcionada represión llevada a cabo días antes, Alberto Casillas haya sido maltratado y multado por uno de los funcionarios antidisturbios, hasta el punto de necesitar después asistencia médica como consecuencia de una lipotimia.

La información, ofrecida ayer por La Sexta TV y otros medios a los que se les impidió utilizar unidades móviles para desarrollar su trabajo, se completó con unas declaraciones del propio señor Casillas en las que afirmaba que la agresión se produjo luego de que se mostrase dispuesto a identificarse, igual que aquellos ciudadanos que le agradecieron su comportamiento el pasado 25S y a los que la policía exigió su documentación. Al parecer, tal detalle de gratitud era manifiestamente subversivo.

Mucho me temo que el gran delito de Alberto Casillas es el de de no haber tenido miedo y haberse comprometido solidariamente con quienes eran perseguidos de manera desaforada para infundir miedo entre la ciudadania. No es extraño, pues, ante la sombría sintomatología que esos métodos del pasado comportan, que Alberto Casillas, militante del Partido Popular en el Gobierno hasta la fecha, haya expresado al término de la jornada de ayer lo que sigue: Quiero y exijo al PP que me borre de su lista.

+@Casillas y el ministro de la porra 
+@Nos metieron piedras en la mochila
 METAMORFOSIS POLICIAL 

Desde el gris franquista, pasando por el marrón de la transición, los policías de este país han completado la metamorfosis de su atuendo hasta llegar al amable color azul actual. Sin embargo, viendo cómo actuaron el día 25 de septiembre (lo de Atocha fue demencial), uno duda de que nuestros policías hayan completado, de igual modo que sus uniformes, la metamorfosis de sus convicciones y maneras democráticas a la hora de actuar en el control de las manifestaciones. Viéndolos aporrear de forma tan brutal, desaforada e indiscriminada contra quien más a mano se les pone, uno no aprecia diferencia alguna respecto de aquellos odiados grises de nuestra juventud. Es más creo, para su pesar, que lo hacen más científica y peligrosamente, si se tiene en cuenta la mejora en su pertrechamiento. Por mi profesión, he tenido la ocasión de conocer a guardias civiles y policías estupendos, personas que en contextos normales serían incapaces de conducirse de forma semejante a la descrita. ¿Realmente a estos jóvenes policías les siguen enseñando en las academias a actuar con procedimientos tan bárbaros y contundentes? ¿Qué pautas, qué prácticas se les inculca a los componentes de las unidades de intervención en el dominio de situaciones extremas? Lo que es inadmisible es que nuestros policías “trabajen” de este modo, dando la impresión de que han perdido el juicio. Cualquier funcionario público (y especialmente si es policía) debe conducirse siempre por el principio de legalidad, el cual obliga a discriminar, identificar y detener al delincuente en cualquier situación. También en una manifestación por multitudinaria y violenta que sea la actitud de determinados grupos provocadores. Lo que no se puede es reprimir por resultado, es decir, castigando expeditivamente a justos por pecadores. No creo que la ley lo permita, y, si lo permite, habría que cambiarla con urgencia si queremos convencernos de que los policías (esa es su razón de ser) son realmente defensores y no represores de los ciudadanos.— José Antonio Martín Gómez. 

 ASÍ AVANZÓ EL 29S HASTA SER MULTITUD


DdA, IX/2190

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