domingo, 30 de septiembre de 2012

LA OPINIONES DE LOS PERIODISTAS/VELETA


Alejandro Prieto
Desde los medios de comunicación se hacen frecuentes alusiones a la veracidad e independencia como garantía de la calidad informativa y del compromiso con la sociedad. Sin embargo, es habitual observar debates televisivos en los que los periodistas polemizantes se agrupan y separan atendiendo a intereses o colores políticos. Mientras se censuran las listas cerradas, la ausencia de voces autocríticas y la disciplina de voto a la que se encuentran sometidos los parlamentarios, se llevan a cabo coloquios en los que la objetividad y autonomía de los profesionales de la información quedan subordinadas a la uniformidad y al visto bueno del partidismo. 

Con el paso del tiempo es posible leer o escuchar opiniones que giran como  veletas, apuntando en la dirección señalada por el viento predominante del momento. Así pues,  se vierten críticas y acusaciones extremadamente duras hacia un gobierno con motivo del establecimiento de relaciones económicas con determinados países, y en cuestión de una legislatura, la firma de un sustancioso contrato comercial impulsado por el nuevo ejecutivo pasa a ser un ejemplo de eficacia y buen hacer político; se menosprecian y ridiculizan las acciones llevadas a cabo por un mandatario bajo el propósito de liberar tensiones y crear lazos de amistad y convivencia entre distintas culturas, y a la vuelta de la esquina,  las ondas de radio y páginas de periódicos pueden aplaudir las declaraciones hechas a favor de la alianza de civilizaciones por el nuevo presidente de la nación; o se achaca la responsabilidad del alto nivel alcanzado por la prima de riesgo a la desorientación e incapacidad de un dirigente político, y tras un abrir y cerrar de ojos, el elevado, insoportable y asfixiante interés de financiación pública es cosa de  codiciosos especuladores que actúan desde el otro lado de la frontera.Y todo ello, sin sonrojarse ni cortase un pelo.

SIN PILOTOS

Los mercados financieros operan como los aviones de guerra sin pilotos. Desde un ordenador el ente misterioso que maneja bonos y fondos de inversión mueve el dinero global con órdenes de compra o de venta con un interés que bascula siempre entre la codicia y el pánico. Nadie sabe de dónde procede el primer impulso y quién pasa al final la guadaña sobre el tapete de esta ruleta planetaria. En la guerra moderna los militares ya no tienen rostro; en la economía existen cada día menos empresarios visibles, de carne y hueso. Han sido sustituidos por pulsiones digitales. Un agente especulador da una orden y comienzan a caer bombas sobre la deuda, los bancos, la bolsa, la prima de riesgo mientras él se va con su novia a las Maldivas a bucear entre corales. Frente a la figura fanática del suicida, que entrega su vida por un ideal o del empresario romántico que monta un negocio con su esfuerzo, el Sistema ha convertido la economía, como la guerra, en un videojuego mortífero, sin riesgo ni culpa.+@Manuel Vicent

DdA, IX/2190

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