Alejandro Prieto
Desde los medios de comunicación se
hacen frecuentes alusiones a la veracidad e independencia como garantía de la
calidad informativa y del compromiso con la sociedad. Sin embargo, es
habitual observar debates televisivos en los que los periodistas polemizantes
se agrupan y separan atendiendo a intereses o colores políticos. Mientras se
censuran las listas cerradas, la ausencia de voces autocríticas y la disciplina
de voto a la que se encuentran sometidos los parlamentarios, se llevan a cabo
coloquios en los que la objetividad y autonomía de los profesionales de la
información quedan subordinadas a la uniformidad y al visto bueno del
partidismo.
Con el paso del tiempo es posible leer o
escuchar opiniones que giran como veletas, apuntando en la dirección
señalada por el viento predominante del momento. Así pues, se vierten
críticas y acusaciones extremadamente duras hacia un gobierno con motivo del
establecimiento de relaciones económicas con determinados países, y en cuestión
de una legislatura, la firma de un sustancioso contrato comercial impulsado por
el nuevo ejecutivo pasa a ser un ejemplo de eficacia y buen hacer
político; se menosprecian y ridiculizan las acciones llevadas a cabo por
un mandatario bajo el propósito de liberar tensiones y crear lazos de amistad y
convivencia entre distintas culturas, y a la vuelta de la esquina, las
ondas de radio y páginas de periódicos pueden aplaudir las declaraciones hechas
a favor de la alianza de civilizaciones por el nuevo presidente de la nación; o
se achaca la responsabilidad del alto nivel alcanzado por la prima de riesgo a
la desorientación e incapacidad de un dirigente político, y tras un abrir y
cerrar de ojos, el elevado, insoportable y asfixiante interés de financiación
pública es cosa de codiciosos especuladores que actúan desde el otro lado
de la frontera.Y todo ello, sin sonrojarse ni cortase
un pelo.
SIN PILOTOS
SIN PILOTOS
Los mercados financieros operan como los aviones de guerra sin pilotos.
Desde un ordenador el ente misterioso que maneja bonos y fondos de
inversión mueve el dinero global con órdenes de compra o de venta con un
interés que bascula siempre entre la codicia y el pánico. Nadie sabe de
dónde procede el primer impulso y quién pasa al final la guadaña sobre
el tapete de esta ruleta planetaria. En la guerra moderna los militares
ya no tienen rostro; en la economía existen cada día menos empresarios
visibles, de carne y hueso. Han sido sustituidos por pulsiones
digitales. Un agente especulador da una orden y comienzan a caer bombas
sobre la deuda, los bancos, la bolsa, la prima de riesgo mientras él se
va con su novia a las Maldivas a bucear entre corales. Frente a la
figura fanática del suicida, que entrega su vida por un ideal o del
empresario romántico que monta un negocio con su esfuerzo, el Sistema ha
convertido la economía, como la guerra, en un videojuego mortífero, sin
riesgo ni culpa.+@Manuel Vicent
DdA, IX/2190
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