viernes, 17 de agosto de 2012

ALBINO FUENTE: LUZ, GEOMETRÍA Y PÁJAROS







Félix Población

La luz, la geometría y los gorriones. Invierto el orden de circunstancias que en su día me llevaron a interesarme por el arte del pintor gijonés Albino Fuente Bernardo (1955), cuya obra se ha ido forjando a lo largo de un cuarto de siglo, al margen de sus habituales tareas profesionales y con toda la vocación y autoexigencia que eso comporta.

Si lo hago en ese orden es porque, desde una perspectiva estética, creo que la luz es lo que más llama la atención en sus cuadros: la búsqueda, el hallazgo y la plasmación del siempre complejo y decisivo tránsito que la luz difunde sobre unos determinados escenarios, que en el caso de Albino parecen haber sido elegidos como un desafío a sus propias aptitudes. Esto me recuerda un artículo de Miguel Delibes sobre su buen amigo el pintor Antonio López, en referencia a una de sus más conocidas obras, la Gran Vía Madrileña. Cuenta el escritor que López trabajaba únicamente dos o tres minutos cada mañana durante unos pocos días para respetar los matices de la luz.

Si a eso sumamos una inclinación manifiesta por la geometría, el objetivo se salda con esa parte magnífica del catálogo de la exposición que nos ocupa: las formas sinuosas, envolventes y un tanto ciclópeas que presenta la arquitectura del museo Guggenheim, la silente y armoniosa quietud de una terraza de café vacía -con su laberíntico conglomerado de sillas y palos apilados-, la filtración luminosa que se inscribe en el suelo de una blanca estancia a través de un estrecho ventanal o ese desolado patio de columnas que, de tan real, se nos adentra en la mirada con una cierta densidad onírica.

Gracias a esa manifiesta devoción por la luz y a la eficiencia con que domina los trazos, las veladuras y los empastes, ha logrado Albino Fuente un notable trabajo con los pliegues de los mandilones de las niñas que aparecen en algunos de los cuadros de esta muestra*, con las pequeñas concentradas en sus juegos y observaciones en una actitud íntima y familiar que irradia cotidianidad y una cierta nostalgia sentimental en el espectador.

Esta transmisión emocional está descrita también en las pinturas de los gorriones -una historia que además me afecta personalmente por las circunstancias literarias que las crearon -, desbordando con ello la definición que glosa el hiperrealismo como un acercamiento a una supuesta objetividad visual a base de técnica y disciplina. ¿Es que acaso se excluye la sensibilidad? Nada mejor para ilustrar el emotivo hiperrealismo del pintor gijonés que esas extraordinarias manos cuya minuciosa composición plástica, acogiendo al gurriato entre sus dedos, plasma no sólo la delicada encarnadura física de la piel sino también el calor y temblor de su tacto.

*La exposición de Albino Fuente se podra ver el mes de septiembre en Zamora

+@Manolis Glezos: un revolucionario de noventa años.(Público).

ESTAMPAS DEL RUEDO IBÉRICO
Este Floriano es la representación más fidediga
de político inepto, al que el respetable ha de soportar
cada vez que su partido carece de argumentos o de vergüenza
para justificar sus tropelías, como la que se comenta.

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