
Ana Cuevas
La Iglesia Católica mantiene, como en casi todo, un  doble discurso con los discapacitados (especialmente con los que sufren  alguna patología cognitiva). Por un lado, defienden a ultranza su  derecho a nacer. Pero lo que ocurra después del parto con esa criatura  no parece que les interese demasiado. Es más, muchos sacerdotes  prefieren que, estos angelitos libres del pecado original, no asomen sus  minusvalías por el templo.
Parrocos como el de Padrón (Galicia) o del  de Teià (Barcelona) han montado un cristo entre sus feligreses al  negarse a dar la comunión a una mujer y una niña, una con un trastorno epiléptico  congénito y otra con síndrome de Down. Muy cristiano y caritativo todo.  Como las palabras con las que el cura gallego explicó su negativa: "Si  es una persona subnormal, no debe acercarse a comulgar" . Pues claro  hombre, de subnormales que hacen doctrina sobre fenómenos  extrasensoriales ya está surtida la iglesia. Es más, tienen licencia  hasta para administrar sus sacramentos y decidir quién merece  recibirlos.
La Iglesia Católica empuja para anular la ley del aborto. En  su Santa Cruzada para salvar la vida embrionaria cuentan con la  colaboración de ultracentristas tan destacados como el propio ministro  de justicia. Católicos recalcitrantes y nostálgicos del antiguo régimen  unidos en la sagrada misión de obligar a traer a este valle de lágrimas a  seres con graves deficiencias. Malvados demonios que, tras el  nacimiento, les niegan las ayudas para poder subsistir e incluso les  impiden el acceso a sus templos. Los ignoran y humillan sin que tanta  sádica hipocresía se les atragante en la conciencia.
¿Qúe carajo de conciencia? Ellos son los que pululan éticamente por debajo de la normalidad de nuestra especie. Ellos sí que son unos perniciosos subnormales de los que se debería proteger a la gente.
Foto: Padres de la mujer de Padrón a la que el cura negó la comunión y que denunciaron el hecho.
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