domingo, 29 de julio de 2012
LA ELECCIÓN DE LO MÁS COMPLICADO*
Adolfo Muñoz
La absurda necesidad de encontrar ocho horas de trabajo al día ha condicionado de un modo espantoso la economía mundial durante las últimas décadas, exacerbando la competencia hasta proporciones demenciales. Tanto la inseguridad personal como la infelicidad, la envidia, la ignorancia o la brutalidad de nuestro tiempo hunden sus raíces en la busca a toda costa de ese mal escaso e imprescindible.
Esa búsqueda se halla detrás de muchos de los rasgos antieconómicos de nuestro tiempo. Detrás del hecho de que en tantas ocasiones se elija el camino más complicado para todo. Como muestra basta un botón, y aunque podría ofrecer un montón de botones, voy a enseñar solo uno:
La UE jamás podrá prosperar sin una lengua común. Sin ella jamás podremos ver a los noruegos o a los griegos como compatriotas. Además, una lengua común ahorraría cientos de millones de euros.
Lo paradójico es que eso resultaría facilísimo, pues las lenguas solo son difíciles por ser naturales, pero hoy día contamos con infinidad de lenguas artificiales que podrían ser aprendidas por cualquier europeo en muy pocas semanas. No habría que hacer más que elegir una de ellas. Una vez adoptada por la UE como lengua oficial, esa lengua no solo se aprendería fácilmente, sino que se convertiría enseguida, gracias a su facilidad e importancia, en lengua universal. De la noche a la mañana, casi sin esfuerzo, la humanidad pasaría a entenderse.
En vez de eso, se elije el idioma inglés como lengua oficiosa de la UE y del mundo. Precisamente el inglés, una lengua cuya escritura parece concebida por un sádico con el único propósito de mantener ocupados durante un montón de años a los estudiantes tanto nativos como extranjeros, una escritura que ha obrado el milagro de dotar al clarísimo alfabeto latino de una dificultad cercana al ideograma oriental. En contraste, la mayoría de las lenguas del mundo cuentan con sistemas de escritura que se pueden aprender en un solo día. Pero, volviendo al inglés, sus méritos no se reducen al spelling: su fonología es de una sutileza inaccesible para muchas personas del mundo, por ejemplo los españoles. Y su sintaxis ni siquiera se parece a la de sus parientes más cercanos.
Todo esto, por supuesto, se trata de ocultar con uno de los tópicos más retorcidos del planeta: “el inglés es fácil”, que recuerda a nuestro querido y españolísimo “los pisos nunca bajan”. Pero si, tras años de estudio, sigue siendo usted incapaz de comunicarse en esa lengua, no piense que es usted idiota (explicación neoliberal), porque a los japoneses, con todos sus dieces en mates, les pasa lo mismo. (E incluso a muchos británicos.)
Gracias a esta sabia elección, eso sí, las personas del mundo siguen sin poder comunicarse unas con otras, y somos millones los que contamos con ocho horas de trabajo al día ya sea como profesores, como traductores o como intérpretes, tanto en la UE como en el resto del mundo.
*Séptimo artículo de la serie El instante: reflexiones sobre la crisis
2 comentarios:
Dice usted unas burradas impresionantes: es lo del español "que desprecia cuanto ignora"
Señor anónimo: no es que dé usted unos argumentos impresionantes para demostrar mi ignorancia, y creo que contestándole le estoy prestando una atención que usted no se merece, pero si cree que mi artículo está inspirado en el resentimiento debido a la ignorancia, sepa que soy traductor de más de doce mil páginas del inglés (lengua por la que siento un enorme aprecio) al castellano.
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