lunes, 18 de junio de 2012

PARTÍCIPES ACTIVOS O PASIVOS DEL FRAUDE FISCAL



Alejandro Prieto


Las noticias acerca del fraude fiscal y la economía sumergida nunca han sido cuestiones que causaran demasiada desaprobación y desasosiego entre la población, más bien y al contrario, actitudes con las que sacar pecho, actividades dignas de aplauso, admiración o envidia. Es decir, los ciudadanos hemos sido conscientes y, en mayor o menor medida, partícipes activos o pasivos en la misma.

Aún recuerdo la contrariedad sentida cuando, hace unos dieciséis años, decidimos dar el paso del alquiler a la adquisición de la vivienda, ya que amistades y compañeros de trabajo coincidían en el mismo pronóstico: comprar una vivienda sin pagar un porcentaje sustancial del importe total “en dinero B”, sería una ardua tarea, un bonito sueño. Por fortuna, y tras navegar contra viento y marea, fue posible llegar a buen puerto.

Desde la ingenuidad no lograba entender por qué se transigía y colaboraba con esa práctica, por qué se asimilaba con total naturalidad el abono por debajo de la mesa del salario neto de un año, cómo era posible semejante connivencia social y política ante un fraude de tal calibre.

Los últimos 20 años de actividad laboral de un vecino fueron desarrollados alternando los contratos de trabajo entre dos empresas, y una de ellas siempre le abonó buena parte del salario fuera de nómina. Recientemente, un conocido me dice que lleva varios meses trabajando en el interior de viviendas de manera sumergida; comen a diario y tienen que pagar la hipoteca. La carta de una lectora publicada hace unos días en el diario El País, denuncia que a su hijo le ofrecían dos trabajos de camarero, aunque ninguno con contrato laboral.

Si la ciudadanía contempla conductas punibles en quienes desempeñan cargos institucionales sin que las mismas tengan consecuencias, si los fraudes voluminosos gozan de salvoconducto y si la economía de las familias es cada día más precaria y apretada, es obvio que sólo pagará quien no tenga oportunidad de librarse de las deficientes y selectivas redes fiscales.

Consecuencias consustanciales al modelo de sociedad impulsado, donde los objetivos particulares prevalecen sobre los generales, donde para alcanzar el poder y el lujo se justifica lo inexcusable.

LA DERROTA DULCE DE SYRIZA

La derrota dulce de Syriza nos hace entender que cada día que pasa desde el 17 de junio es un día menos para la coalición “victoriosa” y un día más para la construcción de la alternativa. En un momento en el que el mantenimiento del neoliberalismo supone la desconstitucionalización de Europa, tenía que ser la vieja Grecia la que nos invitara a recuperar el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. A Syriza se la ha estigmatizado precisamente porque podía ser un referente. Y eso es en lo que se ha convertido precisamente después de estas elecciones.+@Juan Carlos Monedero

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