martes, 26 de junio de 2012
ARTIFICIO, IMPUDOR E INCOHERENCIA DE CIERTA PUBLICIDAD
Alejandro Prieto
No sé si es debido a la carencia de sensibilidad artística o al desconocimiento que arrastro en materia publicitaria, pero he de confesar que hay ocasiones en las que tengo serías dificultades para comprender el sentido o mensaje del contraste buscado con las imágenes utilizadas en ciertas campañas de moda y artículos de lujo. Por ejemplo, recuerdo haber sido incapaz de ver la belleza destilada en el reportaje fotográfico que la revista Vogue realizó hace más de un año, cuyas protagonistas eran niñas peinadas, maquilladas y vestidas como si fueran adultas y posando bajo una atmósfera de sensualidad e insinuación; asimismo, tampoco conseguí conectar y encontrar el atractivo de la campaña llevada a cabo meses atrás por una famosa diseñadora estadounidense en Haití, donde la opulencia comparte escenario con la pobreza simulando acercamiento y familiaridad.
Desde una perspectiva técnica, sería de necios negar la calidad y el atractivo visual de muchas de las fotografías que desatan asombro y debate social. Sin embargo, al ser contempladas bajo una mirada no aséptica, es decir, provista de filtros con tonalidades humanas, se percibe un chirrido de fondo que no pasa desapercibido: el causado por la artificialidad, el impudor y la incoherencia de su contenido.
Y si ciertas técnicas, digamos pasivas, levantan suspicacias y polémicas por la insensibilidad o imprudencia reflejada, qué decir sobre la proliferación de procedimientos y estrategias comerciales empleadas en los últimos tiempos, desconocedoras del significado de conceptos tan elementales como pueden ser la honestidad, la conciencia y el respeto: se empluman productos financieros que dejan a los modestos ahorradores a dos velas, se miente y tergiversa la información para incrementar la cifra de clientes, se realizan llamadas telefónicas cargadas de descortesía y a horas intempestivas, o se tima a las personas más humildes y desprotegidas sin remordimiento alguno.
Por desgracia, la frivolidad e inmoralidad no son cuestiones que se circunscriban al terreno de las ventas, sino que tienen una presencia desmesurada en más ámbitos de la vida.
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