lunes, 30 de abril de 2012

DERROCHE CANALLA CONTRA EL DERECHO A LA SALUD DE LOS HUMILDES



Ana Cuevas


Trabajo en un hospital público. Cada día compruebo la heroica lucha que muchas personas se ven obligadas a entablar para salvar sus vidas. Enfermos de diálisis que arrastran sus destrozados cuerpos para conectarse a una máquina que les conceda una prórroga de esperanza. Seropositivos que gracias a los retrovirales transforman una condena a muerte en una enfermedad crónica. Hombres, mujeres y niños que se someten a tratamientos agresivos y carísimos para derrotar algún tipo de cáncer que les muerde por dentro. Una marea de carne viva que quiere seguir siéndolo y que necesita de nuestra solidaridad para conseguirlo.

Hasta hace poco, nuestro sistema sanitario se basaba en unos valores de equidad y universalidad que le obligaban a combatir el sufrimiento de la gente al margen de su solvencia o de la legitimidad de sus papeles. Ahora nos dicen que es insostenible. Que los enfermos deberán costearse parte de los abundantes gastos que necesitan para sobrevivir. Nos hablan de dinero obviando la hemorragia humana que generan estos tijeretazos. Está bien, hablemos pues de dinero.

Podemos empezar por todo el que se está inyectando a las entidades financieras culpables del descalabro. Millonadas con las que ven recompensada su codicia homicida. Hablemos de la insensata gestión política del erario público en megaconstrucciones y proyectos faraónicos cuyo último fin ha sido engordar la buchaca de unos pocos. De las incalculables sumas que se defraudan al fisco y se esconden en remotos paraísos con la connivencia de los que deberían perseguir estos delitos. Hablemos, como no, de la Iglesia Católica y de los trece mil millones de euros que rebaña de la caja común todos los años. De la insensibilidad que demuestran ante la pobreza emergente en la sociedad. Del servilismo injustificable con el que actua nuestro aconfesional estado regalándole a esta Institución lo que niega a los enfermos.

Todo esto, ¿podemos permitírnoslo? ¿Con qué cara se atreven a mantener el discurso de la austeridad sanitaria? ¿Cómo se puede priorizar tanto derroche canalla sobre el derecho a la salud de los humildes?. No se si han sopesado bien el coste real de estos recortes. Lo que implican a nivel de marginalidad, de exclusión y de la proliferación de males y pandemias. En las consecuencias letales que tendrán sobre la carne viva de los ciudadanos. Tanta injusticia e indecencia, ¿podemos permitírnoslas? O mejor dicho, ¿podemos permitirlo?


ESPERO NO ESTAR NUNCA EN SU PELLEJO

Trabajo atendiendo a personas con infección por el VIH en un hospital público. De los 1.000 pacientes bajo mi cuidado, unos 150 son inmigrantes. Ni uno solo ha hecho turismo sanitario, y la mayoría no sabían que estaban infectados cuando dejaron su país en busca de un trabajo con el que ganarse la vida, o se han infectado estando en nuestro país. Muchos de ellos perderán la tarjeta sanitaria y su tratamiento antirretroviral en agosto si se cumple lo anunciado por la señora ministra. Serán los elegidos para morir por el bien de los españoles. Ahorraremos algo de dinero de nuestras maltrechas cuentas dejándoles morir, pero no nos importará porque son ilegales. No lo merecen. No existen. Pero yo conozco sus nombres y sus caras y cuando me despida de ellos en la consulta sabré que soy parte de la hipocresía de una sociedad donde el derecho a la vida es solo para algunos. ¿Qué sentirá un político tomando decisiones que suponen la muerte de personas en aras de un bien supuestamente superior, como es la reducción del déficit? Espero no estar nunca en su pellejo.— Federico Pulido Ortega.

+@La reforma laboral ha dinamitado 4.000 empleos al día en su primer trimestre de vigencia

1 comentario:

Folía dijo...

Ana Cuevas, me gusta mucho leer sus artículos porque muestran el sentir de mucha gente "de a pie" expresado desde el corazón y las tripas pero con una claridad diáfana.

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