sábado, 24 de marzo de 2012

RECUPERAR EL DIEZMO Y ¿POR QUÉ NO EL ¡VIVAN LAS CAENAS!?


Lazarillo

Alertado por la noticia que leo en Público.es (¿para cuándo sabremos si esta publicación tiene o no futuro como diario electrónico y va a ponerse a funcionar como sus lectores desean?), la de que el obispo de Cádiz y Ceuta ha hecho una llamada para que su santa madre iglesia recupere el diezmo que perdió hace como dos siglos con la llamada desamortización de Mendizábal (1837), este Lazarillo se proponía hacer la correspondiente glosa. Para ello consultó antes en qué medida la recién conmemorada Constitución de Cádiz de 1812, que tanto ha celebrado Mariano Rajoy como cosa retrospectiva muy suya y de su partido, ya había intervenido en esa materia con una reducción de tal tributo, algo que no les sentó muy bien a los partidos conservadores de entonces. Buscando esos datos, encontró el artículo que sigue en el blog que se indica, y como coincide más o menos con lo que el fimante iba a exponer -aunque quizá con menos mesura-, pues expone lo de su colega en Sin censura previa, al tiempo que recomienda este blog al curioso lector.

"En estos días convulsos celebramos la abolición del Antiguo Régimen conmemorando el segundo centenario de la promulgación de la Constitución de Cádiz el 19 de marzo de 1812. En días de elecciones autonómicas, de huelgas generales y de un ambiente revuelto en las calles por la mala situación socioeconómica en que nos encontramos hoy día, la Iglesia, a través de sus ministros, no se puede quedar atrás.

El diezmo, la concesión y cobro de una décima parte de algo, era una de las formas en que la Iglesia “sobrevivía”. Podríamos decir, rememorando a Engels, que sería la forma de tributación de un aparato estatal, o paraestatal. Con la abolición de los diezmos, tras la irrupción del Estado liberal con la muerte de Fernando VII (1833) y la victoria de los isabelinos (partidarios de su hija Isabel y de tinte liberal) frente a los carlistas (o partidarios de su hermano Carlos María Isidro, otro insigne paladín del absolutismo más rancio) en la Primera Guerra Carlista (1833-1839), todo el engranaje eclesiástico quedó sin parte de la lubricación que lo hacía funcionar. La desamortización eclesiástica de Mendizábal (1837) acabó, con gran parte, teóricamente, del poderío religioso en España.

Sin embargo, los Estados liberales (y católicos) se han preocupado por destinar partidas presupuestarias en defensa del mantenimiento de la religión católica en España. Saltando en el tiempo, a día de hoy, el Estado que es el Vaticano, y sus funcionarios, los religiosos y religiosas que predican en nuestro país, están sin blanca. Como bien apunta el obispo de Cádiz, curiosamente la ciudad que vio nacer la Constitución, ironías del destino, el aumento de las personas que acuden a Cáritas, hace necesario el cobro de un impuesto, o como dice el canónico, la vuelta del diezmo. Como ocurre con el Estado del Bienestar, para que funcionen ciertos servicios es necesario que se recauden impuestos. No obstante, por si nadie se ha percatado de ello, la Iglesia cuenta con un patrimonio multimillonario. Quizás, si el Estado cobrase lo que debiere (véase el IBI [Impuesto de Bienes Inmuebles], o la declaración de la renta a todo el personal religioso, o, incluso, lo que nos cuesta mantener SU patrimonio) no pedirían tanto, o bien administrarían mejor sus recursos.

Entre el Gobierno y la Iglesia no me extrañaría nada escuchar a alguien gritar por las calles: “¡Vivan las ca’enas!”

+@ Rajoy en Cádiz




LIBROS A DIARIO

Golpe de reyes
"Golpe de reyes", de David Serafín.-Editorial Berenice, 2012

David Serafín es el seudónimo del hispanista galés Ian Michael (1936), que desde los años ochenta viene publicando una serie de novelas policíacas en las que el protagonista es el comisario Bernal. Es un autor muy directo, que no utiliza en sus libros esa retórica literaria dilatoria tan habitual en este tipo de literatura, sino que desarolla sus argumentos de modo muy directo y con precisa fluidez, sin extraviar al lector del curso central que sigue el relato. En este caso el asunto gira en torno a unos mensajes que con la clave "Magos" empiezan a publicarse en un diario madrileño y que apuntan a la posibilidad de un golpe de Estado, que tiene como fecha previsivible el día de esa festividad del año 1981 que figura en el título, y que por suceder en la ficción tan próximo al que en verdad ocurrió el 23 de febrero, aporta al desarrollo de la historia un mayor interés. También la trama está diseñada con una sugestiva serie de circunstancias en torno a la aparición de sucesivos cadáveres, cuya muertes ha de ir desvelando el comisario Bernal, con el creciente grado de intriga que esto comporta.

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