lunes, 26 de marzo de 2012

HUELGA GENERAL CONTRA EL EXPOLIO DE LA JUSTICIA SOCIAL


Ana Cuevas


Lo siento. No estoy amargada. Quizás debería si considerara la cantidad de derrotas personales y globales que atesoro a lo largo y ancho de mi biografía. El rimero de utopías que arden como un ninot de gesto burlón y retorcido por el fuego, casi a diario. También podría amargarme por la demolición masiva de todas las conquistas sociales y laborales de los últimos cien años ante mis peripatéticas narices. O por respirar esa resignación acre que desprenden los que predican que la resistencia no sirve para nada. Que la Huelga General no sirve para nada.

Pues no me da la gana. Algunos pensarán que soy idiota. Puede que estén en lo cierto. Yo prefiero creer que una dignidad primaria me empuja a repeler cualquier clase de yugo o de cadena. Y si para conseguirlo he de pasarme la vida peleando, que así sea. Dicen que lo que hemos perdido, difícilmente volveremos a recuperarlo. Pero difícil no es imposible. No puede serlo.

Ellos avanzan gracias a nuestros retrocesos. La desbandada general que provoca la filosofía del "sálvese quién pueda", les deja vía libre para pasar sobre nuestros derechos como elefante por cacharrería. Otra cosa sería si plantáramos cara. La historia nos da muchos testimonios del incalculable valor de la lucha de la clase asalariada. Incluso en aquellos tiempos en los que los patronos pagaban sicarios para balear sindicalistas, los trabajadores entendieron que debían estar juntos para lograr la victoria sobre los abusos de sus explotadores. Todos unidos en una demostración de fuerza cuyos resultados fueron las garantías laborales que nos roban ahora de un plumazo.

No soy insensible al lícito miedo o a las situaciones precarias que atraviesan ahora muchas ciudadanas y ciudadanos y que son determinantes en su no participación en la Huelga. A estos los esperaremos en las calles para manifestarnos en bloque contra la dictadura del pánico que impide que ejerzan sus derechos constitucionales. Pero los demás tenemos que parar masivamente. No me valen excusas de mal pagador como satanizar a los sindicatos u otras memeces alimentadas por la quintacolumna de la alianza patrogubernamental. Hemos perdido demasiado y remontar tantas derrotas implica un comportamiento ejemplar por parte de la ciudadanía. Una enérgica respuesta al expolio de la justicia social y al secuestro de esta democracia por los mercados financieros y los amos de la producción.

La Huelga General es solo el principio de la Reconquista. Pero debe ser proporcional a las agresiones recibidas. Un grito de guerra colectivo que atruene en los regocijados cerebros de la CEOE para instalarles en el desasosiego. Que no sueñen que vamos a rendirnos. Algunos pensamos convertir cada empresa, cada puesto de trabajo, en una trinchera. La solidaridad es nuestro mejor instrumento. La estrategia más hábil para desactivar las cargas de profundidad que nos suelta el enemigo.

Por eso mismo no podemos dejarnos abatir por esa artillería que solo pretende enfrentar a hermanos contra hermanos para debilitarnos a todos. Como decía el filósofo Apuleyo: Uno a uno somos mortales, juntos somos eternos. Que nuestros hijos no tengan que cargar con la vergüenza de unos padres que no se unieron en la lucha por legarles un futuro digno. Que no nos recuerden como la generación cobarde que ayudó pasivamente a engrasar los grilletes de su propia prole. Prefiero que piensen que fui una pobre idiota que se dejó la piel para que ellos no tuvieran que renunciar a la esperanza. Y ustedes, ¿qué prefieren?

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