jueves, 15 de marzo de 2012

CONTRA EL GOLPE DE ESTADO FINANCIERO


José Luis Muñoz


El 11 de septiembre de 1973 el general Augusto Pinochet dio un golpe de Estado en Chile para acabar con el camino del país hacia el socialismo, impulsado por Salvador Allende y su Gobierno socialista y democrático, e imponer, a sangre y fuego, el liberalismo económico. Algo parecido, y con la misma brutalidad, se produjo en Argentina con la toma del poder por parte de las sucesivas juntas militares. En el Reino Unido el modelo político y económico llegó aupado por las urnas: Margaret Tatcher gobernó con mano de hierro, socavó todas las conquistas sociales y privatizó todo lo público que encontró a su paso. De todo ello habla, ejemplarmente, el documental de Michael Winterbotton ‘La doctrina del shock, sobre el libro homónimo de Naomi Klein, que recientemente pudieron ver los espectadores españoles en su pase televisivo: una lección de pedagogía cinematográfica que clarifica lo que está pasando.

En Europa, el golpe de Estado no ha sido cruento, no se ha vertido excesiva sangre de momento (aunque ya hayan habido muertos en las protestas de Grecia) y no se han sacado los tanques a la calle, porque no han sido necesarios para imponer a todo el Viejo Continente ese sistema económico que no es más que un capitalismo llevado a su extremo y que amenaza con arrasar todas las conquistas sociales y democráticas que se consiguieron en los últimos 50 años, precisamente cuando existía la política de los los dos bloques que se compensaban, porque se temían, no había caído el muro de Berlín y la derecha económica guardaba las formas y se contenía por miedo a una reacción social.

ESTAFA FINANCIERA, ESTAFA GLOBAL

El proceso de defenestración de la democracia formal -el menos malo de nuestros sistemas de organización social que nació, precisamente, en dos países gravemente afectados por esta nueva edición del crack del 29, Grecia y Roma- se ha acelerado en los dos últimos años con la agitación del fantasma de la crisis financiera, que nació en Estados Unidos con la quiebra de entidades especulativas por la implosión de sus activos tóxicos. Se extendió luego, como un reguero de pólvora, por toda Europa. Y está siendo en el Viejo Continente, precisamente, en donde está teniendo consecuencias más nefastas que laminan el Estado de Bienestar, uno de los máximos logros de los que podíamos sentirnos orgullosos, un botín que los especuladores, que dominan la política y tienen secuestrada la voluntad de los parlamentos, ya han empezado a repartirse ante el bloqueo ciudadano y de la izquierda política y sindical que carecen, por el momento, de una estrategia eficaz y contundente para hacer frente a este cúmulo de desmanes.

Todo ese movimiento orquestado para comprar a precio de saldo todo lo público que queda en Europa (sanidad, educación, transporte) no habría sido posible sin una verdadera guerra psicológica llevada a cabo con la complicidad de los medios de comunicación al servicio de los poderes económicos. No han hecho falta los tanques porque, de momento, no son necesarios (pero, si lo son en algún momento, que nadie sea tan ingenuo de pensar que no los sacarán a la calle) para cambiar nuestra forma de pensar e introducir el miedo y la inseguridad en el seno de la ciudadanía, necesarios para que los corsarios aborden los barcos y los saqueen con la tripulación paralizada (y en estado de shock, como muy bien describe Naomi Klein), y para ello se ha contado con la complicidad del cuarto poder, los medios de comunicación europeos, mayoritariamente conservadores (los progresistas, y véase la desaparición reciente del diario Público en España como muestra, son irrelevantes en su proporción) que han realizado un bombardeo sistemático con una batería de neologismos económicos, que antes nunca habíamos oído y ahora escuchamos hasta la saciedad, con los que llevan aturdiendo al ciudadano y creándole esa obsesión de caos y temor a que su país se hunda, atraído por el remolino de otros naufragios, y que, para evitar esa quiebra, acepte lo inaceptable con fatídica resignación: bajadas de sueldos, aumento de horas de trabajo, pérdida de derechos, suscripción de planes de pensiones privados ante la amenaza de colapso de los públicos, asunción de recortes sociales, … Como dice Noam Chomsky en ‘Las diez estrategias de manipulación mediática’: “Se crea una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos”.

En eso estamos. “Es lo mejor”, se dicen los ciudadanos ante la hecatombe que se anuncia, “hay que sacrificarse”. Así, los mercados, en plural y abstracto, ya nada tienen que ver con las centrales de inocentes abastos, sino que son las lonjas en donde los países despiezados se venden al mejor postor; la prima de riesgo no es ningún pariente inocente sino que es sobreprecio que tenemos que pagar para financiarnos en los mercados, y sube y baja caprichosamente; las agencias de calificación son unas entidades siniestras que ponen nota a los países europeos que se sientan, cabizbajos, en sus pupitres y tiemblan por si les ponen de cara a la pared o los expulsan de la clase Europa. De lo que se trata, en definitiva, es de crear una nueva realidad supranacional, suprademocrática, oscurantista y críptica, por encima de cualquier control, ante la que el ciudadano y los Gobiernos sumisos e irrelevantes que les han vendido su soberanía agachen la cabeza y acepten sin rechistar y disciplinadamente cada una de sus órdenes (disparatadas, antidemocráticas y antisociales) que responden a intereses (turbios, para nosotros; transparentes, para ellos) y cuya única máxima es el lucro de unos pocos a costa de la miseria de muchos.

MERKEL, AMA DEL SADO, Y SU BUFÓN SARKOZY

¿Son los amos de Europa una Ángela Merkel, convertida en ama del sado, y su pareja de hecho, el bufón hiperactivo Sarkozy que, cuando aparecen en público, no hacen otra cosa que repetir el mismo cansino discurso de los recortes? No, ellos son los títeres necesarios de esa elite financiera, antipatriota y antidemocrática que está saqueando los países y, por ende, nuestros bolsillos; el dueto que, con voz impostada, canta la canción que los que se ocultan detrás de ellos les escriben.

Porque veamos, se lleva años denostando lo público en beneficio de lo privado para su venta a precio de saldo (los trenes argentinos, por ejemplo, de siniestralidad probada, o los viejísimos trenes británicos privatizados por la Dama de Hierro, son un ejemplo de adónde nos puede llevar ese celo por lo privado) y se están derivando millones de euros públicos, subrayo lo de públicos, suyos, míos, a lo privado, a la banca, en toda Europa. Ese dinero que el Estado, (y no olvidemos que el Estado, en teoría, somos todos, ustedes y yo) da/damos generosamente a la banca tan necesitada de ayudas como un pobre en una esquina (¿Por qué no dejarles caer, sin tan privadas son y tan mal gestionaron los recursos o, cuanto menos, nacionalizarlas si se inyecta capital público en ellas?) se lo pedimos, a continuación, en forma de deuda pública a esa misma banca pagando un interés de usura. “Y si tenemos que pedirles luego el dinero que les entregamos, ¿por qué se lo damos?” se preguntarán ustedes, y yo. Para que hagan negocio a nuestra costa y salven la cara. El colmo de la estupidez, por nuestra parte.

+@Crónica Popular


LIBROS A DIARIO



"LOS NUEVOS DÉSPOTAS DEL PERIODISMO POLÍTICO"
Autor: Ramón Miravitllas: Editorial Laertes, Barcelona, 2012

Lo estoy leyendo y me parece muy interesante y bastante equilibrada la postura que el autor mantiene respecto al periodismo político en España. Política, dinero y periodismo han perdido los papeles de su relación. Los tres poderes manejan España en un revoltijo ladino que rompe los límites propios y corrompe el mensaje de los medios. Una grave impostura de la que muy pocos hablan en público y sin embargo ocupa la mente de una sociedad civil dolorida y atónita. Nuestro periodismo político está más sucio que nunca: conglomerados de la comunicación que se venden al mejor postor y mercadean con la noticia, diarios que toman partido estricto sin proclamarlo, cuadros dirigentes que hacen del oficio una cuestión de dominio, ilustres cronistas que predican al dictado de sus amos ideológicos, redactores acomodaticios o esclavizados por la crisis y sus estrategas, reporteros que infectan el discurso social de espectáculo de feria, internautas pseudoperiodísticos que implantan un neoterrorismo dialéctico de grueso calibre o juegan a cocinitas políticas, siempre a costa de maltratar la verdad. El autor se sirve del ensayo y de la crónica de los lances más crispados y sectarios de la batalla política española para poner en evidencia un secreto a voces: el negocio hipócrita de los traficantes de realidades amañadas. Una delicada andadura –y no precisamente de puntillas– por el fango fétido poblado de una fauna urticante. De su mano vamos a entrar en un campo de minas plagado de intereses espurios, vanidades explosivas, sumisiones indignas y mentiras incendiarias.

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