Ana Cuevas
El Nuevo Orden ha manifestado su vocación pedagógica. Es imprescindible que la ciudadanía asuma rápidamente sus máximas. Por eso han decidido emplearse a fondo con la infancia y la juventud. Cuanto antes entiendan que no deben sacar los pies del tiesto, más pronto se resignarán al futuro sin derechos ni libertades que les aguarda. La sumisión se explica mejor si viene acompañada de una guarnición de hostias.
Como las que recibieron los adolescentes valencianos que osaron manifestarse contra los recortes en educación. ¿No se quejaban los muy flojos de pasar frío en las aulas? Pues ya están calentitos. La delegada del gobierno valenciano, Paula Sánchez de León, les envió esos calefactores ambulantes que algunos denominan fuerzas de seguridad del estado y la temperatura de los escolares explotó todo los termómetros.
Para que luego digan que los gerifaltes no piensan en la chavalería. Lo que sucede es que les quieren ahorrar la frustración a la que se verían abocados en su vida adulta si seguían alimentando quimeras obsoletas como la libertad de expresión o el derecho a la protesta. Los policías que apalearon a estos chicos y chicas de entre doce y diecisiete años son las supernannys del sistema ultraliberal. Para grabar a sangre y fuego las lecciones que imparten emplean el método conductista: estímulo-reacción.
Es decir, a cualquier atisbo de estímulo, rebeldía o disidencia se responderá con una reacción brutal, desproporcionada y dolorosamente disuasoria. Es por su bien, aunque ahora no lo entiendan. Así, cuando les toque ser ganado fresco en el mercado laboral de esclavos que estamos estrenando, tendrán esta magistral lección bien aprendida: La letra (del totalitarismo) con sangre entra.
+@Tengo seis grapas en mi cabeza por defender mis derechos
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