jueves, 5 de enero de 2012

¿HARÁ "PÚBLICO" MUTIS CUANDO MÁS FALTA HACE UN DIARIO DE IZQUIERDAS?

Félix Población

Aparte de la amenaza de cierre que se cierne a primeros de este nuevo año sobre el diario Público, después de un cuatrienio y pocos meses de andadura, el año pasado pudimos asistir a la frustración de un empeño periodístico de izquierda que no llegó siquiera a nacer. Aquel proyecto tuvo por buen nombre La Voz de la Calle y se quedó en un amago, cuando faltaban pocas fechas para que el periódico saliera a los kioscos. Supuso una gran decepción para quienes se comprometieron con el objetivo que comportaba tan elocuente y necesaria cabecera.

Público se ha ido creando su público a lo largo de estos años. Ciertamente, su número de lectores no es tan crecido como para asegurar su mantenimiento, sobre todo si faltan unos ingresos por publicidad que complementen los proporcionados por venta y suscripciones. En un diario con una orientación ideológica derechista eso no sería obstáculo para permanecer a flote -tal como ocurre con algunos-, pues siempre habrá un potentado padrino que aporte capital para seguir haciendo el periodismo que al capital complace.

Pero Público ha apostado y apuesta por un periodismo diferente. Con todos sus defectos y carencias, el periódico mantiene una línea que se situó desde el primer momento a la izquierda de la que cualquier otro rotativo de difusión nacional puede hoy representar en España. Para unos es posible que esa línea no haya tenido ni tenga la suficiente definición. Los habrá que piensen que el periódico no ha dado todo lo que podía dar de sí como empresa informativa ambiciosa. No faltarán quienes hayan visto en su trayectoria cambios de timón que pueden haber descafeinado el proyecto inicial.

Todas son opiniones respetables y puede que todas tengan su punto de razón, pero lo que resulta evidente es que si Público desaparece ahora, como parece posible, no solo nos sentiremos huérfanos de un diario orientado a la izquierda -con todas las limitaciones que se quiera-, sino del diario en ejercicio que únicamente podría observar una línea crítica más firme y consistente contra la dictadura de los mercados y el gobierno que en España la avala a través de las urnas.

Esa orfandad sería demasiado dura como para hacerla permanente, por lo que es muy probable que si Público escribiese su punto final -algo que ojalá no suceda-, otro medio lo sustituya con más brío crítico y una mayor definición ideológica. Si un diario de izquierdas, profesional, crítico e independiente, siempre fue necesario en este país a lo largo de las últimas décadas, es muy probable que nunca lo vaya a ser tanto como en los años que se nos vienen encima. ¿O es que ni a eso podemos aspirar en la sociedad de la información?


Ana Cuevas

Me entristece profundamente saber de la situación que atraviesa el diario Público. Este periódico comenzó a editarse en los albores de la crisis y ha desarrollado un papel indiscutible como plataforma de las voces progresistas durante los cuatro últimos años. Sus redactores y articulistas siempre se han posicionado del lado de los más débiles. Han defendido los valores sociales que representan a una izquierda plural y valiente que no teme cuestionar gobiernos, instituciones religiosas o a la propia monarquía. Público es un pulmón de aire fresco e irreverente en esta España que cada vez nos ahoga más con su tufillo a cerrado y sacristía.

Prescindir de él, equivale a condenarnos a una anoxia cognitiva. A una indefensión informativa frente a la manipulación que se ejerce en otros medios bastante menos libres. Y menos escrupulosos. Puesto que la mayoría mantiene sus rotativas en marcha gracias a esa doble moral que les permite criticar la prostitución mientras se lucran publicando anuncios de burdeles en los que se trafica con seres humanos. La coherencia no ha ayudado a salvar al periódico de la ruina económica pero, éticamente, lo sitúa varias cabezas por delante de esas publicaciones moralistas y preconciliares que alternan en sus páginas obispos decimonónicos y sumisas asiáticas de alquiler.

Puesto que las cosas están como están propongo, como ya lo han hecho otros lectores, sociabilizar las pérdidas de Público. Buscar la forma de sufragar su subsistencia vendiendo acciones entre la gente o pidiendo un rescate solidario. Se nos inculca como imperiosa la necesidad de salvar a los bancos, al sistema financiero, de una quiebra que no nos corresponde. Sin embargo, salvar a Público, sí que es algo personal para los que creemos en la libertad de expresión y en el periodismo independiente. Necesitamos que no se apague su voz. No podemos permitírnoslo.

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