jueves, 24 de noviembre de 2011
GINGRICH ABOGA POR LA EXPLOTACIÓN INFANTIL
Ana Cuevas
Para el sentimiento ultraliberal, los niños pobres son unos impertinentes soplamocos que pretenden recibir alimento, e incluso educación, sin ofrecer nada a cambio. Como esos críos africanos en estado de hambruna permanente que de vez en cuando se cuelan en los informativos. Son el testimonio muriente de que este depredador sistema no atiende a sensiblerías que vayan contra su negocio. La usura siembra de cadáveres el tercer mundo. Un holocausto infantil consentido por los organismo internacionales y auspiciado por los todopoderosos mercados.
Pero estos muertos de hambre y sus barrigas hinchadas no es lo que les roba el sueño a los neocon. Eso solo podría suceder si tuvieran un atisbo de conciencia, cualidad que es incompatible con la religión crematística que profesan. Los que de verdad les toca las narices a los de la cuerda del tea-party, incluido el orujo-party nacional, son esas estúpidas leyes que protegen a los niños pobres de occidente. Esas absurdas normas que pretenden garantizarles el derecho gratuito a la educación, la salud o protegerles de la explotación infantil. ¡Paparruchas!
Como expresó recientemente el candidato republicano Newt Gingrich, los mocosos de nueve años de familias desfavorecidas deberían trabajar para pagar su educación. Como un personaje extraído de Oliver Twist, Gingrich condenó esas estúpidas leyes infantiles que lo impiden. Sin olvidar mencionar el considerable ahorro que supondría en gasto público. ¡Todo un planazo de economía! Puesto que podrían despedir al personal de mantenimiento de las escuelas, que sería sustituido por los menudos esclavos. Esta es la retórica del nuevo orden mundial.
Aquí, el derecho a la educación pública también pende de un hilo. Esperemos que Aguirre y compañía no se dejen tentar por la gran idea de su colega americano. Hay que recalcar que la popularidad de Gringrich, tras soltar la boutade, ha subido de un 8 a un 24%. O sea que no descarten que, en un futuro próximo, sea un niño de nueve años quien nos instale un marcapasos en la sanidad pública. Así se matan dos, o tres con suerte, pájaros de un tiro: El gasto en la enseñanza, la sanidad y al menda del marcapasos. Que no estamos para lujos.
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