viernes, 10 de junio de 2011

QUE LOS POLÍTICOS NO ROMPAN LA VOZ DEL 15-M


Lazarillo

En la imagen se ven muchos policías, demasiadas porras y un solo portavoz que llevaba consigo la palabra de mucha gente que calla su indignación o la manifiesta en las calles y plazas de España, como ayer ante el palacio de Les Corts Valencianes, donde se sientan tres diputados/imputados y otros seis diputados/implicados en procesos judiciales.

Se celebraba la sesión inaugral de la nueva legislatura, presidida por uno de esos imputados, Francisco Camps, a quien se le acusa de cohecho pasivo impropio por haber recibido regalos valorados en miles de auros, procedentes de la cúpula de la trama corrupta Gürtel. Los empresarios de esa cúpula recibieron a su vez contratos millonarios de la administración autonómica.

Pues bien, un solo ciudadano, con la voz como única arma, ha sido apaleado por la fuerza pública cuando hacía uso de su derecho a exponer la única fuerza que le asiste a la comunidad ante la situación que vive el país: la fuerza del derecho de expresión y de reunión para hacer ostensible su protesta ante la ineficacia de la clase política en general y de los políticos presuntamente corruptos en particular para resolver los graves problemas que afectan a la ciudadanía. Es muy recomendable que esta imagen no se vuelva a repetir en ninguna calle ni plaza de España, porque si ahogan la voz de esa indignación y el derecho y la justicia que la asiste, el conflicto está garantizado.

Nuestros políticos deben hacerse a la idea de que el grito de protesta que ahora acaba de asomarse a las calles de nuestro país va a mantenerse vivo porque lo mueven, sobre todo, quienes son todo porvenir y no lo tienen: los jóvenes. Nuestros políticos llevan en su sueldo hacer frente a la vergüenza que debería comportar para ellos escuchar la voz de lo que la ciudadanía piensa de su ineptitud para dar vida a tanta vida varada en el desempleo. Si les queda vergüenza, deberían respetar esa voz, por lo menos. Pretender dejarla rota y muda, como grita desde el suelo ese megáfono despojado de la palabra que lo empuñaba, es una temeridad que confiamos no se repita.

La permanencia y consistencia de esa voz en nuestras calles y plazas va a depender tanto de la fuerza, organización y convicción de los manifestantes como de la ineptitud de los políticos a la hora de atender las reivindicaciones planteadas. La indignación no se puede diluir a porrazos. Así solo se llega a la rabia, nada recomendable. Que no la azuce nadie.

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