jueves, 2 de junio de 2011
JOSEPH COLLARD: VIRTUOSISMO MÍMICO Y GESTUAL
Félix Población
Ex componente del dúo belga Les Founambules, con el que recorrió los teatros del mundo, Joseph Collard ofrece en solitario, en el teatro Alfil de Madrid, un espectáculo de algo más de una hora de duración en el que, sirviéndose de unas notas biográficas y muy pocas palabras, muestra en síntesis lo que es: quizá el actor más relevante por su capacidad de hacer con el rostro y el cuerpo las más elocuentes y ágiles herramientas expresivas.
Zic-Zag es el primer espectáculo que estrena Collard en solitario, tras sus muchos años en la compañía citada, creada en 1984. En su trayectoria, trabajó la mímica y las técnicas corporales y teatrales con Piere Richy, F. Isahimaru, G. Alexander y Mario Gonzales, del Téâtre du Soleil. Fue asimismo profesor de clown en las escuelas del Circo del Sol, impartiendo cursos sobre esta misma especialidad en varios países de Europa, tal como está haciendo ahora en Madrid.
Solo mimo, repite Collard a lo largo de la función cada vez que su capacidad interpretativa se desborda y aboca casi a los espectadores de las primeras filas a preservarse del vómito visual que dibuja la convincente mímica con que interpreta al profesor borrachín. Solo mimo, deslumbrante y preciso, con la imprescindible complicidad de la imaginación entre el respetable, inclinado a dejarse persuadir por las magníficas facultades del actor para que la risa aflore desde el inicio del espectáculo.
Joseph Collard hace memoria visual de sus precedentes familiares en el oficio, con una prodigiosa transformación articulada que da imagen a su abuelo. Homenajea luego a sus maestros, ruso e inglés, con la colaboración del público en el ejercicio de apoyar las manos en una pared imaginaria entre desternillantes y reiteradas admoniciones. Parodia también su primer espectáculo y ofrece además algún gag añadido, fuera de esa trayectoria curricular que constituye la base de la función.
Los últimos minutos del espectáculo, sin embargo, puede que sean los más deslumbrantes, pues relegada la risa, Collard hace de su cuerpo y sus manos música, con el sobrenatural y prieto abrazo de un violín y un violoncelo mientras sus dedos tañen vertiginosamente el aire. Tanto virtuosismo gestual solo es posible en un maestro.
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