domingo, 15 de mayo de 2011

AZNAR, BILDU Y LA LEY DE LA SELVA


Lazarillo

Entre los calificativos que utiliza Aznar con sentido peyorativo para definir al PSOE está el de partido de los progres, con lo cual casi obliga a que el suyo sea identificable como partido de los regres, por sus nostalgias imperiales y la ignorancia y menosprecio de las víctimas del terrorismo franquista extraviadas en las cunetas de España. Otras cosa son las víctimas de ETA, por supuesto, que siguen siendo indispensables para juntar votos entre el sector más airado de su derecha, tan decisivo electoralmente para nutrir las urnas con las papeletas del PP.

Esto último volvió a promoverlo ayer en Cuenca don José María, en un mitin en apoyo de la candidatura de Dolores de Cospedal a la presidencia de la comunidad castellano-manchega. Esas víctimas -dijo Aznar- tienen todo el derecho a sentirse agraviadas, ofendidas y humilladas por la sentencia del Tribunal Constitucional que ha permitido a Bildu concurrir a las próximas elecciones.

Como para responder a lo que el presidente de honor del PP afirmó en ese acto, que la vuelta de ETA a las instituciones es responsabilidad del Gobierno, Manuel Vicent firma hoy un lúcido artículo en el diario El País que deja a José María Aznar en el lugar que suele frecuentar desde que salió de La Moncloa, sobre todo cuando oficia de gancho electoral en los mítines de su partido y trata de desprestigiar la eficaz lucha antiterrorista desarrollada por el actual ejecutivo: la selva. Así se titula, precisamente, el artículo de Vicent:

"Desde el final de la Edad Media las universidades de la Sorbona, Cambridge, Oxford, Harvard, Yale, Columbia, Princeton, Tubinga y Bolonia han ido acopiando un gran caudal de sabiduría, orgullo de nuestra idiosincrasia científica y espiritual. El terrorismo pone en evidencia que este acervo cultural no es sino una capa apenas perceptible, sumamente débil, que se ha posado sobre el légamo de nuestros instintos primarios y que a la hora de la verdad apenas sirve de nada. La labor milenaria, metódica y tenaz que dio paso al pensamiento libre frente a las hogueras de la Inquisición, la lucha agónica por conquistar los derechos humanos, la libertad, la democracia y el Estado de derecho salta también por los aires con la dinamita de un atentado y nos devuelve a la ley del talión del Código de Hammurabi. Otra consecuencia siniestra del terrorismo es su efecto contaminante, como sucede ahora en el País Vasco. Según una sentencia del Tribunal Supremo hay individuos que no podrían ser elegidos concejales de un pueblo por la simple sospecha de estar contaminados por su supuesta connivencia con una organización terrorista, pero estos mismos individuos no hallarían ningún obstáculo jurídico ni político si quisieran hacer oposiciones a jueces, notarios o diplomáticos, que son cargos de la estructura del Estado. Sale un etarra de la cárcel, después de 25 años de condena, se abraza a una pancarta de Bildu, coalición legalizada que rechaza formalmente la violencia, y en lugar de interpretar este hecho como un signo del final de ETA, el escándalo lo pone todo patas arriba. Los fanáticos llegados con el cerebro partido desde el fondo de su miseria, que tumbaron las Torres Gemelas, con el mismo cataclismo derrumbaron también Harvard, Oxford y la Sorbona y obligaron a gente muy refinada a aplaudir la ley de la selva".

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