viernes, 26 de noviembre de 2010

"EL CEMENTERIO DE PRAGA", 30 AÑOS DESPUÉS DE "EL NOMBRE DE LA ROSA"


Lazarillo

Han pasado casi treinta años desde que leí la que considero una de las mejores novelas de mi tiempo, El nombre de la rosa, publicada en 1980. Ninguna de las que luego escribió Umberto Eco me gustó tanto. Algunas, incluso, no llegué a terminarlas. A esa primera novela del autor italiano la siguió una excelente versión cinematográfica, protagonizada por Sean Connery, que contribuyó a que el libro fuera uno de los éxitos editoriales más sonados y relevantes de los ochenta. No recuerdo una obra de ficción con la calidad literaria de El nombre de la rosa que haya llegado a ser un best seller tan leído y comentado.

Hoy sale a la venta, publicada por editorial Lumen, la sexta novela de Eco, El cementerio de Praga, y es muy posible que estemos ante una reproducción del éxito que supuso la primera, al menos por los alicientes argumentales que se anuncian. No lo sabremos, sin embargo, hasta que nos pongamos a leerla, conscientes de que nuestro afán por hallar y disfrutar la buena literatura nos ha llevado en muchas ocasiones a valorar antes de tiempo lo que luego fue una decepción (apunto al respecto el último libro de Almudena Grandes Inés y la alegría, que no recomiendo).

Según leo, la nueva novela de Eco recorre la Europa del siglo XIX a través de las memorias del capitán Simone Simonini, un piamontés afincado en París en 1897 que hace balance de su oficio como creador de documentos falsos. La niñez de Simonini discurre en Turín, ciudad natal de Eco, donde asistimos a la permanente disputa entre su abuelo, un conservador monárquico antisemita, y su padre, un revolucionario. Muy pronto, el joven demuestra sus habilidades para el engaño y se convierte en espía.

Obligado a dejar Italia por ser un hombre que sabe demasiado, Simonini pasa a residir en París y en seguida es utilizado por los círculos de poder para que falsifique todo tipo de documentos y espíe incluso a ciertos personajes influyentes de la política francesa. Lo ayuda en esta tarea el Abate Della Piccola, un clérigo extravagante y ambiguo, alter ego de Simonini.

Así, sirviendo a unos y otros, Simonini se ve involucrado en todo tipo de intrigas políticas y acontecimientos sociales. Asíste al surgimiento de la Comuna y hace incursiones en las sectas satánicas. Glotón y misógino empedernido, se convertirá en un viejo astuto e hipócrita cuyo relato nos permitirá -según Eco- entender el confuso siglo XIX, sobre cuyos más importantes episodios discurre la novela. El semiólogo italiano homenajea en su libro a la literatura folletinesca de Dumas y Eugène Sue en la que el falsario se inspira para crear sus documentos.

En El cementerio de Praga - cuenta Esteban Hernández- circulan personajes reales, teorías famosas en la época y documentos como el de los Protocolos de los sabios de Sión que nos hablaban de las alianzas de los masones con el diablo, del poder oculto de los jesuitas o de las conspiraciones mundiales llevadas a cabo por los judíos. En ese contexto, Eco no se limita a poner ante los ojos del lector tal cúmulo de información, sino que subraya la utilización de la misma por los servicios secretos, su capacidad para construir escenarios convenientes al poder y sus alianzas con unos u otros según las necesidades del momento.

Nota: En línea con esas expectativas de lecturas que espero sean interesantes está Todo lo que se llevó el diablo, de Javier Pérez Andújar (Ed. Tusquets), novela sobre las Misiones Pedagógicas en tiempos de la Segunda República.

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