miércoles, 1 de septiembre de 2010
LA LARGA NOCHE DE LOS MINEROS CHILENOS
Carlos Iaquinandi Castro
Tras la euforia por el hallazgo con vida de los 33 mineros sepultados por el asentamiento de toneladas de roca en la Mina San José, poco a poco tanto los familiares como las víctimas del incidente fueron tomando conciencia de la larga y dura noche que tenían por delante. Y sobre el justificado triunfalismo de los equipos de búsqueda, emergió el reclamo contra los propietarios de la mina por las constantes transgresiones de las normas de seguridad y contra el estado por no garantizar su cumplimiento y la integridad de los trabajadores.
Cuando el 5 de agosto se fue conociendo lo ocurrido en la cota 350 de la mina situada a unos pocos kilómetros de Copiapó, esposas, hijos, hermanos y otros familiares de los mineros sepultados se concentraron en el lugar y decidieron permanecer hasta que hubiera novedades. Ellos no se resignaban a considerar el accidente como una tragedia más. Comenzaron a levantar pequeñas tiendas y carpas, dispuestos a no moverse de allí y a exigir un operativo de localización. Los dueños de la mina, dedicada a la explotación de cobre y de oro, Alejandro Bohn y Marcelo Kemeny Füller no dieron la cara hasta varios dias después y lo hicieron con la anuencia de la prensa afirmando que su prioridad habían sido “nuestros trabajadores y sus familias”. Estas afirmaciones no se corresponden con la historia de la compañía minera San Esteban, propietaria de la explotación. La empresa muestra un reiterado incumplimiento de normativas laborales y de seguridad, accidentes con muertos y heridos y hasta una clausura en el 2005 por la Dirección de Trabajo. Quizás por eso, Agustín Holgado, Ingeniero en Minas, que conoce las explotaciones en Copiapó, afirmó que “para nadie de la zona el accidentes resultó una sorpresa.”
El 30 de junio pasado, Javier Castillo, secretario del sindicato de trabajadores de la Mina San José, tuvo una reunión con el ministro Lawrence Golborne (ex gerente de control y gestión de la filial de la petrolera norteamericana Exxon Mobil en Chile y vinculado con otros empresarios que fueron funcionarios durante la dictadura de Pinochet ) . Ese dia le dijo al máximo responsable de la minería chilena, que no se podía trabajar a cualquier costo. “En la mina San José – añadió Castillo - la situación es catastrófica. En cualquier momento se va a producir un derrumbe, por lo tanto el gobierno debe tomar medidas”. Por eso ahora, los familiares de los mineros sepultados, con el apoyo de los sindicatos, han planteado una querella contra la empresa propietaria de la mina y contra el estado chileno, por responsabilidades en la tragedia. Moisés Labraña, vicepresidente de la Confederación Minera de Chile y líder histórico del sector, afirmó que tras su clausura años atrás, “la mina jamás debió reabrirse, porque tiene fallas estructurales”.
Reiteradamente se ha denunciado que la ambición empresarial llevó en los últimos años a una progresiva reducción de los taludes de roca entre sección y sección de la veta en explotación. De treinta metros iniciales, como mínimo, se llegó a solo diez metros de separación. Por una cuestión de física gravitatoria y mecánica de rocas, el peso del cerro tiende a llenar el vacío que van dejando los túneles. Entonces, si no se construyen fortificaciones y acuñaduras con pernos y mallas, una parte del cerro corre el riesgo de “sentarse” como se denomina en lenguaje minero. Y eso es precisamente lo que ocurrió aquella fatídica tarde a comienzos de agosto, dejando atrapados a los mineros en el interior del cerro.
Estalla la esperanza
Tras 17 dias de incertidumbre y pesimismo, al subir una de las piezas de perforación, su punta apareció con huellas de pintura. Algo que se interpretó como una alentadora señal enviada desde la cota 688 que se había alcanzado buscando los túneles donde se podrían haber refugiado eventuales sobrevivientes de la tragedia. El gobierno de Piñera no desaprovechó el éxito de los técnicos; había ordenado que ante cualquier hallazgo retuvieran el anuncio y se aguardara su presencia en el lugar antes de comunicarlo a familiares y ciudadanos. Y así logró la puesta en escena anhelada por cualquier político: multiplicarse en miles de portadas con su efigie sonriente mostrando en su mano derecha el lacónico pero preciso mensaje enviado desde las entrañas del cerro por los mineros sepultados, afirmando que los 33 estaban vivos.
Pero esta maniobra propagandística no desmerece la realidad de que el estado chileno asumió el repliegue de los dueños de la mina en el empeño por encontrar a las víctimas del incidente. Aunque sus verdaderos impulsores fueron los compañeros de los sepultados y los familiares que decidieron acampar en el lugar hasta que hubiera noticias. Ellos fueron el anillo que completó ese empeño solidario. Ahora los improvisados carteles iniciales fueron reemplazados por otros de gran tamaño donde se lee el nombre que pusieron al emplazamiento: “Campamento Esperanza ¡ Fuerza Mineros ! “ Y otra pancarta expresa: “Vamos carajo. Un montón de tierra y piedras NO pueden con este puñado de atacameños. ¡ Fuerza y corazón de mineros !. “
En el interior de los túneles, a 700 metros de profundidad, los 33 mineros son otro puntal de esta renacida esperanza. Su expresivo primer mensaje de solo siete letras y en rojos caracteres - “Estamos bien en el refugio somos 33” - se ha convertido en un emblema. Hasta se han impreso camisetas con la histórica frase.
Esa interminable noche comenzó con 17 jornadas sin comunicación alguna con la superficie, sin saber siquiera si les buscaban. Pero ellos no solo no se desesperaron, sino que se organizaron, racionando alimentos y aplicando una lógica de resistencia. Como sucede en estos casos, surgió un líder natural en el grupo. Mario Sepúlveda, minero electricista con experiencia sindical, es quien parece encabezar los esfuerzos por organizar lo que se presume será una larga espera en difíciles condiciones ambientales: temperatura que oscila entre los 35 y 38 grados, una humedad superior al noventa por ciento, y polvo y partículas en suspensión. Por eso, además de proveer bebidas tonificantes, alimentos y material sanitario, desde la superficie se trata de fortalecer el ánimo de los mineros. Tienen que tratar de preservar su estado sicológico y evitar unas previsibles depresiones causadas por su situación y por la incertidumbre.
Objetivo: una “chimenea” de salida
El entubado del agujero inicial, ha sido la vía para los primeros envíos, y para comunicaciones. Luego se hicieron otros sondajes auxiliares, pero ahora la expectativa es el trabajo de perforación de la “chimenea” vertical por donde se intentará –uno por uno - el rescate de los mineros. Primero se practicará con una sonda un agujero “piloto” de 38 cms. por el que se confía en hacer descender una cabeza de perforación de mayor tamaño. Allí, los mineros sepultados tendrán que ser quienes armen la pieza, para que la maquinaria pueda iniciar una perforación en sentido inverso, desde abajo hacia arriba, hasta los equipos de rescate. Confían así, en abrir un tubo de aproximadamente 66 cms de ancho por el cual puedan subir en una especie de cesta cada uno de los mineros. El ritmo estimado de trabajo, puede ser de apenas unos 15 a 20 metros diarios, depende de la resistencia de la roca y de las precauciones para evitar derrumbes. Pero esta es la técnica más aconsejada por los técnicos, porque es la más rápida y con menores riesgos. Así todo, no esperan poder llegar antes de fines noviembre a la cota 700 donde se encuentran refugiados los sobrevivientes de la tragedia. Por eso, uno de los elementos más preocupantes es la situación anímica y sicológica de los mineros sepultados en las entrañas del cerro que tienen por delante semanas de interminable espera.
Y mientras, ¿qué hacen los empresarios ?
La Comisión Investigadora constituída por la Cámara de Diputados chilena, insistió en convocar a los empresarios Bohn y Kemeny, propietarios de la minera San Esteban para que entreguen su versión del accidente. Hasta entonces no habían cumplido esa solicitud. Por su parte la magistrada Mirta Lagos Pino, dispuso retener un pago de 900 millones de pesos de la Empresa Nacional de Minería ( ENAMI ) a la compañía privada por producción de mineral. Accede así a la medida precautoria solicitada por el abogado que lleva la querella de familiares de los mineros. Esta decisión se adoptó luego que los dueños de la mina manifestaran la posibilidad de declararse en quiebra, con lo cual intentarían evadir sus responsabilidades económicas. Algunas fuentes señalaron que los dos principales empresarios tienen propiedades y sociedades de inversión, pero dudan de que en algunos casos se puedan demostrar jurídicamente esas pertenencias.
Serenados los ánimos tras el júbilo del contacto inicial con los mineros, la operación de rescate y el tema de las responsabilidades por lo sucedido centran la información. La mayoría de la prensa chilena ignoró o minimizó desde un comienzo las denuncias de familiares y compañeros de los sepultados, y las denuncias de los dirigentes sindicales y de la propia CUT, la Central Unitaria de Trabajadores. Rodolfo, un minero de 58 años que pertenece a otro turno de San José, expresó que siempre han vivido y trabajado con la presión de conocer los riesgos, pero también con la imperiosa necesidad de llevar el sustento a sus familias. Lilian Ramírez, esposa de Mario Gómez, de 63 años, autor de la primera carta que llegó desde el fondo de la mina, dijo emocionada: “que Dios perdone a los dueños de la mina por no acercarse a sus familias, por no avisar a tiempo, por no pedir ayuda”. La mujer del más veterano de los mineros fue quien anticipó la decisión de los familiares de iniciar una querella contra los empresarios.
Invocaciones divinas y publicidades encubiertas
Mientras tanto el presidente chileno Sebastián Piñera , intenta convertir la tragedia en un acontecimiento de provecho para la imagen de su gobierno. Formula declaraciones, destituye funcionarios, promueve rezos y auxilios divinos, convoca a la NASA, y no deja rendija mediática sin ocupar con promesas y compromisos. Incluso, enfrenta las acusaciones de que los organismos gubernamentales y hasta la justicia han tolerado las constantes irregularidades de la minería, derivando su responsabilidad a los anteriores gobiernos ( que fueron de la concertación de centro izquierda ). Seguramente tiene parte de razón, como incluso aquellos que señalan complicidades de algunos dirigentes del sindicato minero. Pero eso no quita las que le incumben, ya que fueron sus ministros los que también desoyeron las denuncias y advertencias. Pero las noticias sobre el operativo de rescate, desplazan y encubren otras realidades que incomodan al gobierno. Estos dias han pasado a un segundo plano los reclamos de los afectados por el reciente terremoto que afirman que “las autoridades se han olvidado de nosotros”, o la brutal represión de carabineros contra los estudiantes de la Universidad de Chile, condenada incluso por el rector de ese centro de estudios, o el regreso a la cárcel de los mapuches que se encuentran en huelga de hambre reclamando por sus derechos. O los índices de pobreza y marginación en las poblaciones periféricas de las principales ciudades chilenas.
Dos inspectores para un millar de instalaciones
Las cifras señalan 363 muertes en la minería chilena en la última década. Treinta y una en lo que va del año 2010. Y una realidad fácilmente demostrable: a muchas empresas les resulta más económico pagar una multa por incumplir una norma de seguridad ( cuando ocasionalmente se la aplican ) que invertir para mejorar las condiciones de trabajo de los mineros. Otra realidad es que el organismo estatal encargado de fiscalizar el cumplimiento de las normas, no tiene recursos humanos ni técnicos suficientes para cumplir adecuadamente su labor. Para vigilar la seguridad de un millar de instalaciones mineras en la región de Atacama, donde se encuentra la mina de San José, el Sernageomin ( Servicio Nacional de Geología y Minería ) cuenta con solo dos inspectores. Pero eso no es todo. También hay una larga tradición de permisividad en el control de las exportaciones de las grandes empresas mineras. Allí también hay un inconcebible déficit de inspectores en una de las más rentables actividades productivas de Chile. Pero Piñera anuncia ahora cambios sustanciales, y promete severidad con los que no cumplan la ley. El tiempo será el encargado de validar si las promesas se convierten en realidades.
Renuncia el funcionario que autorizó en julio la reapertura de la mina
Veintisiete dias después del accidente en la mina San José, presentó su renuncia el secretario del ministerio de salud en la región de Atacama. Raúl Martínez Guzmán fue el funcionario gubernamental que firmó el pasado 28 de julio la resolución que permitió la reapertura de la mina San José, tras la clausura ordenada a raíz del accidente en el que perdió una pierna el minero Gino Cortés por un derrumbe menor en el yacimiento. Los sindicatos entienden que no se daban las condiciones de seguridad para autorizar la reapertura. Es posible que esta cuestión sea tratada en la comisión investigadora de Diputados.
“Sonrisas Colgate”
Mientras tanto, no solo el gobierno sino algunas empresas privadas aprovechan la posibilidad de publicidades encubiertas. La multinacional de origen norteamericano Colgate-Palmolive que se radicó en Chile en las postrimerías de la dictadura del Gral. Pinochet , aprovechó para realizar una publicitada entrega de cajas de cepillos de dientes y pasta dentífrica para los mineros, que fueron puntualmente difundidas por canales y diarios privados con profusión de imágenes e impecables sonrisas.
El publicista, profesor y antropólogo chileno Cristián Leporati, afirma en un medio chileno que “una vez que pasa la emoción, y se asienta la razón, cabe comenzar a mirar este fenómeno desde una perspectiva crítica o a lo menos reflexiva en lo comunicacional, con el objeto de saber discriminar el relato mediático que nos entregan los medios de comunicación de esta dramática situación que viven 33 ciudadanos. Y concluye su reflexión : “Estamos frente a una sociedad del espectáculo, la mina San José y su “elenco” pasó a ser un espectáculo, con buenos y malos, víctimas y victimarios. Por favor, un poco más de seriedad y racionalidad, no denigremos la realidad infernal que están viviendo los mineros y sus familias, esto es real.” El remate lo escribe a continuación uno de sus lectores, cuando expresa: “Nuestros mineros nacieron atrapados. Atrapados por la necesidad, la misma que les impulsó a caer en manos de inescrupulosos. Hoy no sólo los medios se aprovechan de ellos, también marcas de ropa, tipos de alimentos, políticos, religiones... Mañana les aguardan otros, y otros... El dolor ajeno vende. En fin, quizá todos estemos atrapados: el débil por el puño del poderoso, y el poderoso por su propio puño. No se queme las pestañas y qué siga la función.”
Compartiendo la espera
Pero gran parte del pueblo chileno encaja el momento de una manera más sencilla y solidaria. Unos rezan, otros se preocupan, otros envían ayuda a las familias y casi todos piensan en esos mineros a los que la vida les llevó a descender a cientos de metros desafiando los riesgos para conseguir el sustento de los suyos. Los imaginan allí abajo, esperando, pensando en los cientos de miles de toneladas que bloquearon los túneles.
En alguna medida asumen como propia esta larga noche de los 33 mineros y sus familias, y esperan que llegue el día de sol y reencuentro en la superficie de Atacama. Y sueñan con días mejores para su patria, donde como quería Allende, “el trabajo no sea para el enriquecimiento de unos pocos y la inseguridad y el sufrimiento de muchos, sino una herramienta de progreso y de justicia social para todos los chilenos.”
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