viernes, 20 de agosto de 2010

KARL RABEDER: SALUD


Lazarillo

Lo pudimos leer en The Daily Telegraph hace unos meses y ahora que su propuesta acaba de cumplirse no puedo por menos de glosarla y desear larga vida a su protagonista. Karl Rabeder, un empresario austriaco que ya ha rebasado la mitad del camino de su vida, que diría Dante, puso en conocimiento público que deseaba desprenderse de todo su gran patrimonio, convencido de que el dinero no sólo no da la felicidad sino que la impide.

Rabeder acaba de adjudicar, previo sorteo, su mansión de montaña en los Alpes, una propiedad de casi tres mil metros cuadrados valorada en más de mil millones de dólares, para lo que repartió un total de veintitantas mil papeletas a razón de 99 euros, con una recaudación total por la rifa de casi dos millones de euros. La persona agraciada ha sido una ciudadana alemana, también en la mitad de su existencia, que regenta un local de productos biológicos.

El total de la recaudación lo destinará Rabeder a engrosar sus afanes filantrópicos, pues el multimillonario austriaco dispone de un banco especializado en microfinanzas. MyMicroCredit, que así se llama la entidad, ofrece préstamos a partir de 200 dólares y proyecta planes de desarrollo para ayudar a los trabajadores por cuenta propia en algunos países de América Latina. Carijo Rafaela, de Bolivia, es uno de los beneficiarios, que ahora vende agua de coco con un carrito que compró por 300 euros gracias al préstamo de MyMicroCredit.

El currículum profesional del filántropo austriaco abarca un cuarto de siglo. Proveniente de una familia muy modesta, en 1986 fundó su primera empresa y logró su primer millón de dólares. Para él era una norma de obligado cumplimiento trabajar más para conseguir más cosas, según le enseñaron desde niño.

Hasta que hace seis años desertó de su pingüe negocio como fabricante de muebles y se puso a financiar orfanatos y a colaborar con organizaciones de micro-crédito en Bolivia, Nicaragua y El Salvador. Se desprendió de mano de tres millones de dólares, de sus vehículos de lujo, limusinas y demás propiedades en la Provenza para pasar a residir en un apartamento alquilado en Innsbruck.

Ahora ha saltado a la actualidad por la venta de su mansión alpina, ante la que aparece en la imagen. Es muy posible que Karl Rabeder haya encontrado la felicidad en el brillo de los ojos que se abren de esperanza cada vez que su nueva empresa da trabajo y pan a los hijos de la pobreza, la marginación y el olvido en Bolivia, Nicaragua o El Salvador.

Nos gustaría mucho conocer a Rabader para desearle en persona salud y larga vida a su banco y a su corazón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace unos días hablaban los multimillonarios norteamericanos de donar una parte de su patrimonio en vida o después de muertos... Lo de Rabeder es muy distinto y además mucho más productivo en contra de las desigualdades que esos multimillonarios provocan en el mundo.

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