jueves, 19 de agosto de 2010

FRANCO Y AZNAR EN MELILLA


Félix Población

Hay quienes se preguntan, ante el conflicto de abastecimiento suscitado en Melilla por una pandilla de alborotadores comandados por una pareja de delincuentes, si todo se debe a un par de cuestiones que afectaron directamente al monarca marroquí: ¿Se incomodó Mohamed VI al encontrarse con la presencia militar española mientras navegaba este verano por la costa del Rif? ¿Se mosqueó el soberano al recibir el mes pasado un documento secreto de Christopher Ross, emisario de Ban Ki-moon, relativo al Sáhara Occidental?

Estas dos preguntas hacen al caso si se considera la personalidad del rey alauita y los mecanismos de actuación que un Estado dictatorial como el suyo puede poner en marcha para buscar encontronazos con España del tipo Peñón de Perejil, ante el que tan aguerridamente se mostró el ministro Trillo, para quien la patria se mide en esas gestas y no en la obligación y deber de brindar a la milicia española un transporte aéreo seguro que no acabe en tragedia.

Fue un error del Gobierno de España recurrir al Jefe del Estado, fraternal amigo de Mohamed, para suavizar el efecto del conflicto planteado en la ciudad autónoma, sobre todo porque nunca se debió dar publicidad de esa intervención. Ha sido también un error del Gobierno que su ministro de Asuntos Exteriores se mantuviera en silencio, por mínimas que hayan sido las incidencias registradas.

Al lado de esos errores, sin embargo, el viaje del ex presidente Aznar a Melilla entra dentro de los parámetros del patrioterismo esperpéntico y oxidado, propio del periodo colonial, que denota una vez más el grado de extravío político e intelectual que puede sufrir quien tantas veces se ha significado por criticar al Gobierno de su país en el extranjero. En ninguna nación de nuestro entorno europeo cabe la remota posibilidad de que el principal partido de la oposición no sólo no apoye al Gobierno de la nación en los conflictos externos, sino que se sirva de ellos para hacer un electoralismo tan sucio como el que la presencia de González Pons o Aznar en Melilla han comportado.

Siguiendo su estrategia catastrofista, el Partido Popular, incapaz de ofrecer un líder, un programa y una confianza que puedan seducir a los ciudadanos ante la decepcionante segunda legislatura de Rodríguez Zapatero, ha querido creer, crear y hasta desear un conflicto de verdad enjundioso con Marruecos para promocionarse mediante el mismo como alternativa de Gobierno.

En este sentido, la errónea mediación publicitada del rey de España en el conflicto pudo haber sido determinante para que el PP intuyera una mayor gravedad en las relaciones con Marruecos, algo que no justifica, desde luego, las actitudes de patrioterismo africanista de González Pons y Aznar. Es de recordar que sólo hay dos ciudades en España que tienen todavía un monumento a Franco gracias al PP: Melilla y Salamanca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aznar avala al PSOE cada vez que actúa.

Publicar un comentario