miércoles, 11 de agosto de 2010

GARZÓN EN EL JUICIO CONTRA VIDELA


Félix Población

Apenas aterrizó en Córdoba, el juez español Baltasar Garzón se abrió paso presuroso, enfocó su teléfono celular y fotografió el amanecer. Es un primer recuerdo de un día inolvidable. Así empieza Nora Veiras su excelente crónica en el diario Página/12 sobre la presencia de Garzón en la sesión de ayer del juicio contra Jorge Rafael Videla y otros treinta acusados de torturas y asesinatos durante la dictadura argentina. Al estar legalmente representados en la sala, el presidente del tribunal les permitió a todos ellos el derecho de ausentarse, algo que hicieron de inmediato. Demostrarían un poco de dignidad escuchando los testimonios de quienes sufrieron, dijo Baltasar Garzón, cuya mirada no aguantaron los represores, titula la cronista.

En la crónica se cuenta el minucioso y duro testimonio, entre lágrimas y silencio, del abogado Enrique Mario Asbert, hoy diputado, que soportó siete años de presidio: A Pablo Balaustra lo golpearon en la cabeza el 29 de abril del 76. Todavía escucho el chasquido en la cabeza de Pablo cuando lo golpearon y la forma en que cae, desmadrado, desarticulado... Cae como un muñeco, queda tirado a dos metros de la celda, en el pasillo, y su mano derecha moviéndose... Todavía guardo la imagen de esos movimientos. Estuvo dos días tirado en una cama. Hablaba con la parte izquierda de su boca. A los dos días Pablito fue llevado a la enfermería.” Asbert se encontraría con él semanas después en una cama de la misma sala de auxilios.
En esos días fue detenido también Vaca Narvaja.“Con él tenían una saña particular. Le dijeron que regresaba porque se había cubierto la cuota de delincuentes subversivos muertos ese día, pero que no tenga duda de que iba a ser sacado y fusilado por el Ejército. Le hicieron saber: ‘El Ejército te va a matar’”, contó Asbert. Y cumplieron.
A mediados de mayo, los carceleros les hicieron saber que habían fusilado a Miguel Ángel Moze. “Quienes sobreviviéramos daríamos testimonio de las vejaciones”, dijo ese hombre macizo, implacable, y su voz no pudo mantener el ritmo: “Hoy finalmente vengo a dar cumplimiento a ese compromiso”. Se sobrepuso a la congoja y siguió. La sala se estremeció en silencio
.

Es la primera vez que Baltasar Garzón asiste en Argentina a una audiencia de esta entidad. Lo hace cuando está procesado en España por intentar investigar los crímenes del franquismo. El testimonio de Asbert es como sentir la vibración de las víctimas, dijo. Calificó la experiencia de intensa, como persona, como jurista y como juez que investigó esos hechos desde 1996 hasta ahora y de cuyo trabajo dejó constancia en un libro estremecedor, escrito con el periodista Vicente Romero, El alma de los verdugos.

Aunque evitó pronunciarse sobre su proceso en nuestro país, por respeto al Tribunal Supremo, su respuesta sobre la significación que juicios como el de Córdoba tienen para Argentina va mucho más allá del ámbito geográfico: Estos juicios demuestran que la sociedad no se rompe, sino que se vertebra mucho mejor. Es el resarcimiento de las víctimas que por años de vigencia de las leyes de impunidad no vieron garantizado ese derecho. En esas circunstancias actuamos como instancia de la justicia universal, procurando la acción de la Justicia. Nosotros hicimos nuestro trabajo de acuerdo con la ley.

No lo cuenta Veiras, pero los simpatizantes de los acusados presentes en la sala dedicaron a Garzón un grito previsible que hoy es noticia en nuestros periódicos: ¡Vivan los falangistas de España! No podía ser de otro modo, dada la confraternización histórica que une a unos y otros en la represión por encima del tiempo. Es muy provocador que Garzón vuelva de Córdoba con la fotografía de un amanecer como primer recuerdo de un día inolvidable.

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