miércoles, 18 de agosto de 2010

BOSQUES DE GALICIA EN LLAMAS, BOSQUES DE SORIA EN SOMBRA


Félix Población

Discurría sin apenas incidencias el mes de julio. Parecía este verano que los noticiarios iban a ser distintos y que excepcionalmente el fuego no iba a ser asunto de aciaga actualidad contra los bosques de España. Pero no sé en qué telediario se hizo constar este hecho, ilustrado con las correspondientes imágenes de los árboles en llamas. Tengo la impresión de que a partir de ese momento no hubo tregua para informarnos cada día de los incendios que, especialmente en Galicia, volvieron a ser materia noticiosa.

Dos brigadistas resultaron muertos hace días en el incendio que se produjo en Fornelos de Montes (Pontevedra), después de que uno o varios desalmados emplearan sus mecheros para perpetrar su acción terrorista. Leo que a los trabajadores pudo haberles sorprendido un brusco cambio en la orientación del viento que acabó con sus vidas calcinadas. También, que pudieron haber sido mal dirigidas las tareas de extinción con el propósito de acabar cuanto antes y como fuera con el incendio.

Un reciente informe de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Galicia asegura que no se da allí una mano negra de tramas organizadas. Sí se dice que las imprudencias y los intereses económicos, sobre todo, serían las principales causas de que Galicia arda cada verano, lo cual no me parece que casa con lo que se niega al principio, pues los intereses suelen darse de modo asociado. Habría también una tercera causa, de menor entidad, protagonizada por individuos con trastornos psicológicos, que no rebasaría el 20 por ciento de los casos.

Una vez más, como cada verano, es preciso insistir en que los gobiernos autonómicos gallegos de uno u otro signo siguen sin tomarse en serio la materia pendiente de los incendios forestales -a pesar de las casi cien mil hectáreas quemadas de 2006-, ya sea en campañas de concienciación que alerten a la ciudadanía rural sobre el valor de su patrimonio forestal, ya sea poniendo en práctica ese principio elemental de que los fuegos del verano se apagan en invierno. Esto es, que la labor de desbroce y limpieza del bosque es fundamental para que esa materia inerte no prenda como la yesca durante la canícula.

He leído durante los días pasados varios artículos y editoriales en los periódicos gallegos sin que advirtiera en ninguno lo que hoy destaca un lector en el diario El País. Dice Carlos Alarcia en su misiva que el problema de los incendios en aquella comunidad autónoma tiene una fácil explicación, basada en la preponderancia de los eucaliptos en sus bosques:

“Hace ya muchos años que Galicia empezó a perder sus formidables bosques de pino gallego y de roble carballo. Fueron sibilinamente sustituidos por eucaliptos, árbol que tiene ciertas curiosas propiedades: absorbe en un año el agua que un pino gallego en 20, crece de forma rapidísima y tiene, lógicamente, muchísima más savia que cualquier otro árbol autóctono. Dicho esto, debemos saber que la mayor concentración de fábricas de pasta de celulosa se encuentra en la Ría de Pontevedra (seguida de cerca por la Ría de Huelva).
Cuando un bosque de eucaliptos se quema, arden las hojas y el ramaje fino, el tronco y ramas gruesas se tuestan por el exterior pero el resto permanece intacto gracias a la savia. Es un árbol sin utilidad maderera pues sus tablas no son estables y se abren fácilmente. Realmente solamente sirve para dos cosas: sus hojas como aromatizante (se recolectan antes de "las quemas") y su madera para pasta de celulosa y aglomerados. Bien, cuando terminan los incendios se retiran los troncos quemados y se subastan a precio testimonial y... ¿sabemos quienes ganan todas esas subastas? A que sí... Ahora viene la pregunta del millón: ¿Por qué no se hace nada?”.

Termina Alarcia su carta con una obligada referencia al caso ejemplar de los bosques de Soria, donde nunca o rara vez se produce un incendio. Aquella en verdad impresionante masa forestal, una de la más importantes del país, crece pujante y vistosa dando prestancia y rendimiento a un patrimonio natural, paisajístico y económico del que se benefician sus propietarios, los municipios de la provincia. ¿Tan difícil es aplicar el ejemplo de los bosques sorianos como modelo a seguir en Galicia o en el resto del país para que los árboles crezcan en sombra y vida cada verano sobre la tierra en la que se asientan y nos sustenta?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
—no fue por estos campos el bíblico jardín—:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.

Anónimo dijo...

Qué gran poema el de Antonio Machado...

Publicar un comentario