viernes, 19 de junio de 2009

¿ALLENDE: CASO CERRADO?


Félix Población

(Con motivo del fallecimiento ayer en Chile de la viuda de quien fuera presidente de aquel país, Hortensia Bussi, a los 94 años, sin saber si al fin supo cómo murió su esposo).

El pasado 29 de marzo, TVE ofreció el documental Allende: caso cerrado, de Juan Antonio Sacaluga, en torno a la muerte del presidente chileno, cuyo título y contenido ratifican categóricamente la versión oficial dictaminada en 1990, una vez exhumados ese año los restos mortales de quien fuera enterrado en el cementerio de Santa Inés de Viña del Mar, según se pudo presenciar por primera vez en el citado reportaje.

Hace un par de años se editó en Chile Las muertes de Salvador Allende, del profesor Hermes H. Benítez, un libro que entonces tuve la oportunidad de leer por Internet, gracias a la amabilidad de su autor, y que ahora se acaba de reeditar en aquel país con ocasión del informe pericial hecho público el pasado mes de septiembre en torno a la autopsia 2449/73 del Instituto Médico Legal de Chile correspondiente a Salvador Allende Gossens. Según las conclusiones del doctor que lo suscribe, Luis Orlando Ravanal Zepeda, las lesiones descritas en dicho informe no son compatibles con un disparo de tipo suicida: “Se constata la existencia de a lo menos dos impactos de bala ocasionados por armas de fuego diferentes, uno que provoca un orificio de salida redondeado en la zona posterior de la bóveda craneana y el otro que hace estallar el cráneo”. En el punto cuarto se reitera que el disparo en la región submentoniana no corresponde a una lesión de tipo suicida, “por no tratarse de un impacto efectuado a corta distancia, si bien se aconseja en el quinto apartado la verificación de un segundo análisis forense de los restos a fin de establecer con precisión la causa y naturaleza de la muerte”.

La disyuntiva homicidio/suicido fue tratada por Benítez en la obra citada con cauto y documentado proceder. Para quienes valoran al presidente chileno como caso ejemplar de coherencia política, dignidad ética, humanidad probada y compromiso absoluto con el honor y el valor hasta la última hora de su existencia, la obra de Hermes H. Benítez representa un alegato inestimable en pro del Allende de carne y hueso que las tópicas mitificaciones, las desmitificaciones pérfidas o los oficialismos hueros y solemnes pretendieron secuestrar de la vívida referencia que ocupa en el memorial de una parte al menos de la ciudadanía chilena.

Deduce el profesor Benítez que el presidente Allende utilizó para matarse una pistola en lugar del fusil que le regalara Fidel Castro y que los golpistas pretendieron hacer pasar como arma suicida. Esa decisión, tras cuatro horas de lucha y después de acordar la salvación de quienes le apoyaron hasta el último instante, da a esa acción final, junto a una dimensión de valor y honor indeclinables, mayor prueba de coherencia con la personalidad humana e intelectual del presidente Allende que la ensalzadora mitificación de un Allende guerrillero, tiroteado, malherido y en combate, capaz de enfrentarse hasta el final con los militares felones asaltantes de La Moneda.

Tres valores individuales cabe resaltar a juicio del autor en esa hipotética decisión última por la que Benítez parece decantarse más: la dignidad del presidente chileno como hombre y líder de la izquierda, la consistencia de sus ideas y convicciones, y su valentía. A esos tres valores hay que añadir otras tres actitudes morales hacia los demás: la compasión por el oprimido, la tolerancia hacia las ideas y creencias ajenas, y el respeto por la vida humana. Todo ello se resume en una cita de Giordano Bruno que oportunamente trae a colación el autor y que muy bien podría haber tenido a flor de labio o de mente Salvador Allende en aquellas trágicas circunstancias: "Mucho he luchado. Creí que sería capaz de resistencia. El mero hecho de haberlo intentado ya es algo…No obstante, había en mí algo que yo fui capaz de hacer y que ningún siglo negará que me pertenece, aquello de lo que un vencedor puede enorgullecerse: no haber temido morir, no haberme inclinado ante mi igual y haber preferido una muerte valerosa a una vida en sumisión".

Después de la publicación el pasado 9 de septiembre del informe del doctor Ravanal, que desestima la versión oficial del suicidio, se dieron en Chile reacciones tan expeditivas de rechazo como la de la propia Isabel, hija del presidente socialista, que calificó de absurda e incapaz de resistir el menor análisis la conclusión del reputado medico forense. Para Hermes H. Benítez, sin embargo, no tiene nada de sorprendentes esas reacciones si se considera que la versión oficial fue definitivamente cerrada en septiembre de 1990, a pesar de que nunca se hizo una concienzuda investigación que permitiera establecer fundadamente las verdaderas causas inmediatas de aquel hecho. Si el doctor Patricio Guijón mostró también un rotundo menosprecio al descalificar el informe de su colega Ravanal, Benítez estima como pobre sucedáneo la identificación llevada a cabo en el cementerio de Santa Inés de Viña del Mar, a cargo precisamente del doctor Jirón en la medianoche del 17 de agosto de 1990 y sin las mínimas exigencias científico-forenses.

El autor de Las muertes de Salvador Allende afirma que no pueden ser simplemente descalificadas o desechadas las conclusiones del doctor Ravanal, sino incorporadas al debate en curso. De ahí que el profesor Benítez aporte ese informe como anexo y lo interprete como posibilidad en la segunda edición de su obra. Está en juego dilucidar la verdad de una muerte, sea cual sea la última palabra que determine la causa de la misma. Es lo más consecuente con una vida tan honrosamente verdadera: desvelar por fin qué final tuvo. Que en el documental aludido al principio no se hayan ni siquiera mentado el informe de Ravanal Zepeda me hace dudar, cuando menos, de que la muerte de Allende sea un caso cerrado, máxime ahora, una vez sabidas las conclusiones discrepantes del citado informe.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

LO MATARON PORQUE TRATÓ DE DEFENDERSE

Anónimo dijo...

Lo mataron
Lo mataron
Lo mataron

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