jueves, 4 de septiembre de 2008

ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ PARA LA CURVA DE LAS MUJERES


Lazarillo
Acabo de leer la información que publica hoy el diario El País relativa a la llamada Curva de las mujeres y que de modo tan oportuno entronca con la actualidad: el rescate de la identidad y memoria de los desaparecidos a lo largo de la Guerra Civil. Según la crónica del corresponsal del citado periódico en Cádiz, cerca de esa curva próxima a la localidad de Grazalema, ubicada entre el puerto del Alamillo y la carretera de Ronda, en la sierra gaditana, fueron enterrados los cuerpos de al menos quince mujeres y un niño, asesinados durante el avance de las tropas del ejército golpista por el sur del país en el aciago verano de 1936. Gracias a una exhaustiva investigación, hoy conocemos los nombres de todas las mujeres. Vaya para todas y cada una ellas, así como para el adolescente -conocido sólo como El Nieto de la Bizarra-, la Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández, otro gran poeta español al que el franquismo condenó a morir enfermo en los fríos y abarrotados penales de la posguerra:

En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería.

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera;
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y en tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata le requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

RedDIARIO
El episcopado se lava las manos: el blindaje de la memoria. (Público).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La cita es muy oportuno y sorprende que no la encontremos en los medios convenvionales de información.

Anónimo dijo...

Que sea la voz de las poetas la que mejor describe a las víctimas deja en claro el lugar donde estaba la cultura, por si no fuera harto sabido.

Anónimo dijo...

Mientras no se salen esa deuda, no podremos hablar de muchas cosas, compañeros del alma, miren cómo se ha puesto Fraga calculando al peso que las barabaridades del lado republicano fueron muchas más, algo que sólo sostienen los historiadores franquistas, y no todos.

Lazarillo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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