miércoles, 3 de septiembre de 2008

AL JUEZ GARZÓN: EL CRIMEN FUE EN GRANADA


Félix Población
Es indudable que la providencia del juez Baltasar Garzón para que sean identificadas las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo, enterradas sin seña en fosas comunes y otros aleatorios enclaves de nuestra geografía, hace más posible la exhumación de los restos de Federico García Lorca, fusilado en el barranco de Víznar (Granada) durante el verano sangriento del 36, junto al maestro Dióscoro Galindo y los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas.

La oposición de los familiares descendientes del gran poeta andaluz evitó hasta ahora que prosperase ese objetivo, tal como solicitó en su día ante la Audiencia Nacional Nieves Galindo, nieta del maestro republicano. Los restos de Lorca serían identificados por exclusión, una vez verificadas las labores de reconocimiento de quienes fueron ejecutados con él en la madrugada de aquel infausto 18 de agosto de 1936.

No tardó nada la derecha en criticar la decisión de Garzón con la consabida y falaz monserga de que tal proceder contribuye a reabrir viejas heridas, destacando como alegato más significativo entre la más acerba y descomedida de las diatribas el editorial que el diario El Mundo, en la pluma probable de su director don Pedro de la Jota, dedicó al juez bajo el título de Truculenta garzonada. A Garzón todo eso le da lo mismo -se afirma de modo infame en el artículo con relación a la providencia dictada-, ya que lo que busca no es hacer justicia sino instrumentalizarla para sus fines personales.

Quienes entre los lectores hayan visto el magnífico film Lorca, muerte de un poeta (1987), de Juan Antonio Bardem, habrán tenido oportunidad de comprobar la tensión que respira la película, como testimonio del clima de represión y angustia vivido en Granada aquel verano, y la atinada glosa que se hace del proceso de creación cinematográfico en la persona del poeta: Pretende recrear con precisión ese viaje maravilloso y terrible de un niño, que oía cómo las hojas de los chopos mecidas por la brisa cantaban su nombre, a un hombre que se vuelve atónito al escuchar cómo sus verdugos amartillan los fusiles que acabarán con su vida.

Por el valor de esa lectura, y por lo que dijo don Antonio Machado de Federico -aplicable a cuantos perdieron la vida por la libertad con una muerte oscura y sin nombre-, quienes como el editorialista aludido pretenden ensañarse con frases como las citadas con la dignidad del juez Garzón, sólo merecen desprecio, porque la truculencia está en los crímenes, no en el desagravio a las víctimas. Releamos, como mejor homenaje a todas ellas:

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

RedDIARIO
Truculenta pedrojotez. (Manuel Saco).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

He llegado a pensar que si la derecha dice que la decisión de Garzón va a reabrir viejas heridas, como cualquier otra que tenga en cuenta la represión y muerte de los vencidos, es porque las heridas de esas muertes y desapariciones son muchas más de las que se calculan y dejará mucho más por debajo las barbaridades cometidas por el bando republicano frente a las del franquismo.

Anónimo dijo...

No es con poesía con lo que hacen los periódicos, ni con cultura, ni con convivencias, los periódicos se venden porque lo venden todo y se dejan comprar por todo con tal de venderse.

Anónimo dijo...

Sólo hasta en los primeros meses de la guerra de produjeron barbaridades que competen a los republicanos. La comparación con los muertos y represaliados por Franco es más que odiosa.

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