lunes, 28 de julio de 2008

AQUELLA MEDIANOCHE EN BHOPAL SIGUE IMPUNE


Félix Población
Cuando Dominique Lapierre y Javier Moro localizaron a quien fuera director de seguridad de la empresa Union Carbide en Bhopal, que residía en una ciudad perdida como director de una fábrica de jabones, lo primero que les dijo es que llevaba años esperándoles. Se cuenta en el estremecedor libro Era medianoche en Bhopal, que ambos periodistas escribieron sobre la tragedia industrial ocurrida en la ciudad india entre el 2 y el 3 de diciembre de 1984. Una nube tóxica de isocianato de metilo abrasó literalmente el sueño de entre 16.000 y 30. 000 personas
y se calcula que afectó a más de medio millón.

También se dice en la obra citada, publicada veinte años después, que de los archivos del que es ahora fabricante de jabones salió buena parte de la documentación que hizo posible revelar el funcionamiento interno de la fábrica, sus deficiencias y sus riesgos, así como los nombres de los protagonistas de tan funesta historia. La tragedia se consumó porque la codicia empresarial no conoció límites en sus ambiciones lucrativas, a pesar de poner en juego el entorno humano que padecería finalmente su falta de escrúpulos.

Recuerdo haber leído el libro con una mezcla de angustia e indignación porque lo que se narra es muy duro y las infracciones de los responsables muy ostensibles. Si entonces me exasperó sobremanera que Union Carbide se desentendiera de su delito, absorbida en la actualidad por la empresa Dow Chemicals, y que el gobierno indio no solicitara la extradición de los gestores directivos por temor a perder futuras inversiones, comprobar cinco años después que la impunidad persiste es como para sentirse asqueado.

Luego de casi un cuarto de siglo, ni la empresa responsable ni el gobierno de la India han indemnizado a las víctimas, según he podido leer en el reportaje de Elisa Reche
(con un error de sumario en la cifra -3.000- de víctimas mortales). Es más, en la capital del estado de Mahda Pradesh se sigue bebiendo el agua contaminada por la catástrofe porque el suministro que concede el gobierno es insuficiente.

Hace cinco años Rashide Bee y Champa Devi Shukla, que se llaman entre sí hermanas a pesar de ser una musulmana y otra hindú, recibieron el premio Goldaman de Medio Ambiente por su labor en contra del olvido e impunidad que pesan sobre aquella nube de muerte que asoló Bhopal. Su ONG Chingarai Trust está en ello. Recientemente han conseguido también el premio Casa Asia por su empeño en la lucha contra las intolerancias desde distintas perspectivas de la sociedad civil.

Ambas mujeres se conocieron en 1986 encuadernando libros, escribe Reche en su reportaje. Trabajaban con otras mujeres musulmanas e hindúes afectadas por la catástrofe. El gobierno se cansó a los tres meses de su compromiso con las víctimas y prácticamente dejó de pagarles. Bee fue elegida representante sindical de las musulmanas y Shukla de las hindúes. Así empezaron y así siguen, hermanadas en la lucha en un país donde las diferencias entre musulmanes e hindúes no son más que un asunto de los políticos.

Lo dicen ellas y su palabra suena a verdad de la que vive y da por lo tanto vida, en medio incluso de tanta muerte como puebla la gran pesadilla de aquel sueño abrasado.

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