lunes, 12 de mayo de 2008

EL DISCRETO SILENCIO DE LA OBISPALÍA ANTE LA REVISIÓN DE LA LEY DE LIBERTAD RELIGIOSA


Félix Población
Teniendo en cuenta el tránsito y término de la pasada legislatura, con aquella misa de campaña militante en la Plaza de Colón en la que los señores obispos remedaron a su emisora en el uso y abuso de graves descalificaciones y agravios al Gobierno, es para sorprenderse que la anunciada revisión de la ley de libertad religiosa de 1980, hace unos días, no haya tenido apenas reacciones entre los respetables monseñores.

A pesar de que la señora Fernández de la Vega haya dicho que con esa propuesta lo que se pretende es avanzar en la tan postergada como imprescindible laicidad del Estado, parece que el señor Trillo, portavoz del Partido Popular y protagonista de una airada réplica a la vicepresidenta, no va a encontrar por ahora entre la jerarquía eclesiástica el enérgico refrendo que cabría esperar.

El opusdeista don Federico, aguerrido heraldo de la hazaña bélica de Peregil, recomendó a doña Teresa que dejara las cosas como están, en la suposición de que lo anunciado sea un pretexto para hacer una ley contra determinadas creencias, esto es, la suya, católica, apostólica y romana, como si ZP fuera Diocleciano redivivo y el señor Trillo avistara un tiempo de catacumbas.

Sin embargo, ninguno de los tres adalides con los que cuenta esa perseguida y martirizada confesión para defender a las bravas sus privilegios, ni Rouco como presidente de la Conferencia Episcopal, ni el primado Cañizares, ni monseñor García Gascó emitieron opinión alguna al respecto. Mientras el adusto don Antonio María decidió suspender el pasado jueves la habitual rueda de prensa que sigue a las reuniones del comité ejecutivo del organismo que preside, en evitación de preguntas que lo comprometieran a una respuesta, se sabe que el cardenal de Toledo tiene decidido no conceder entrevistas por ahora.

Se podría pensar que ante la revalidación de la gobernación socialista la estrategia de los puntales más integristas de la institución parece acomodarse a una línea más moderada, temerosos quizá de que con su anterior y amotinada conducta llevasen al Gobierno a la revisión de los acuerdos firmados con El Vaticano en 1976. Pero como sin esa indispensable revisión no se podría avanzar en la laicidad prometida por doña Teresa, me inclino a pensar que el mutis es meramente coyuntural y calculado.

Los señores obispos sólo se limitan a ser cautos en estas fechas en que por primera vez una casilla en la declaración de la renta decidirá si los contribuyentes les suministran los correspondientes y preciados ingresos. Es sin duda mucho más rentable ese prudente y discreto silencio en semanas fiscales tan señaladas como las que corren.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La infalibilidad de la iglesia en administrar sus bienes es proverbial, según demuestra este silencio ante un gobierno refrendado y una oposición a la deriva.

Anónimo dijo...

De la ley de libertad religiosa no va a pasar el gobierno, cambiarla no implica cambiar los acuerdos preconstitucionales del concordato, con eso se va a conformar el avance de la laicidad pregonado.

Anónimo dijo...

Para que el PSOE consiga los novecientos mil votos de IU y así reforzarse ante el voto centrista que consiga el PP, necesita revisar el concordato con la Santa Sede conseguir un Estado en verdad laico.

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