domingo, 18 de mayo de 2008

EL DIARIO PERDIDO DE LETICIA ORTIZ


Melibea
En los dominicales del día de la fecha, tanto el diario El Mundo como el diario El País dedican sendos balances a los cuatro años de la Princesa de Asturias y futura reina consorte de España doña Leticia Ortiz Rocasolano. No he tenido oportunidad de leer el que suscribe Alfredo Urdaci en el periódico de don Pedro el de la Jota, pero sí el que firma en El País Semanal Jesús Rodríguez, un texto que respira y trasuda ditirambo hasta el empalago hacia la esposa de don Felipe de Borbón, como si a estas alturas de su muy provechoso currículo el rotativo de PRISA pretendiera competir con el ABC más enviciadamente monárquico. De cuanto se dice en este reportaje, pocas cosas pueden interesar a quienes no comulgamos con el régimen coronado, como no sea la relativa a los casi nueve millones de euros con los que la ciudadanía contribuye este año a su mantenimiento. Sin embargo, en el texto de Urdaci del diario El Mundo hay algo que en el del diario El País no se cuenta y a lo que sólo se hace referencia en el título que encabeza el artículo: Diario de una Princesa. Y es que, según cuenta Urdaci, doña Leticia se puso a escribir uno en el que pretendía dar puntual consignación de sus vivencias, soliloquios y reflexiones en los meses que siguieron a la noticia oficial de su noviazgo con don Felipe. Esa crónica íntima, a la que sin duda estuvo tentada como consecuencia de la profesión que hasta entonces había ejercido, comportaba un riesgo evidente que su amantísimo esposo se encargó de erradicar en cuanto tuvo conocimiento de la misma. De existir ese diario hoy en día, después de un cuatrienio al pie de la Corona, sus páginas serían impagables en el mercado periodístico de la intimidad. Cabe preguntarse también qué motivó la intervención censoria del Príncipe de Asturias, cortando por lo sano esa aventurada probabilidad. ¿Fue una simple prevención o un atisbo de desconfianza en la impronta profesional de su esposa? En ese diario silenciado estarían, entre otras, las palabras que habrían podido dar voz al llanto de doña Leticia Ortiz por su fallecida hermana Érika, cuya muerte envolvió la incógnita.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La ingenuidad de doña Leticia sobrepasa todo lo previsible según eso. ¡A quién se le ocurre ponerse a escribir un diario!

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