martes, 20 de noviembre de 2007

Blázquez mira hacia atrás sin ira, otros no tanto




Melibea

A pesar de lo que digan algunos colegas envidiosillos y malintencionados que no cejan en sus críticas, vengo comprobando que la elaboración y redacción informativas ofrecidas por el nuevo diario Público merecen ser destacadas por su primor y rigor, algo que es muy de agradecer en un medio que tantas expectativas ha levantado entre los lectores más progresistas y desasistidos de la prensa española. Además de una loable capacidad de síntesis en el análisis de lo noticiable, es muy acertada la precisión y expresividad de la titulación. Valga como muestra de todo ello lo más substancial de la información relativa a la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal que Miguel Ángel Marfull firma en la edición de hoy del citado periódico:

Ricardo Blázquez dedicó la mayor parte de su intervención a la beatificación, el pasado 28 de octubre, de 498 “mártires” de la Guerra Civil. La Iglesia, cómplice de un golpe de Estado al que dio el nombre de santa cruzada y paseó bajo palio, no acostumbra a pedir perdón por su pasado reciente, el que cuelga en los muros de iglesias y catedrales el yugo y las flechas junto al recuerdo de los muertos de un solo bando. Ayer, lo hizo, con todos los paños calientes que acostumbran a lavar las manos de los obispos, pero se escuchó un discurso diferente al que ha elevado a los altares del Vaticano a los beatos de la Guerra.
“Probablemente en otros momentos ante actuaciones concretas, sin erigirnos orgullosamente en jueces de los demás, debemos pedir perdón y reorientarnos, ya que la purificación de la memoria, a que nos invitó Juan Pablo II, implica tanto el reconocimiento de las limitaciones y de los pecados como el cambio de actitud y el propósito de la enmienda”. Perdón con la boca pequeña. Para todos los implicados.Es el lenguaje en el que se expresa la Conferencia Episcopal. Así se pronunció ayer su presidente, que, sin embargo, evitó calificar al franquismo de dictadura, y se limitó a envolverlo bajo la calificación amable de “régimen personal”.
"Deseamos pedir el perdón de Dios para todos los que se vieron implicados en acciones que el Evangelio reprueba, estuvieran en un lado u otro lado de los frentes trazados por la guerra”, prosiguió Blázquez. El presidente de los obispos no se apartó, en cualquier caso, del discurso que unifica guerra y II República —habló del “decenio de los treinta”—, y empleó el tiempo reflexivo para no buscar responsables del golpe de Estado —“la convivencia social se rompió”—.

Ricardo Blázquez no se despegó, por tanto, de un discurso que, como todos los suyos, huye del ruido de los grandes titulares, pero supo desempolvar palabras que hasta ahora permanecían enterradas en el diccionario de los obispos.
De esta manera, el presidente de la Conferencia Episcopal también recordó a quienes no lucharon en el bando bendecido por la Iglesia: “Ante toda persona que lucha honradamente por la libertad de los oprimidos, por la defensa de los pobres y por la solidaridad entre todos los hombres inclinamos nuestra cabeza”.


Junto a la información aportada por el diario Público merece ser reseñada aquella otra que en el señalado día de la fecha la complementa, de modo asaz contrastado, con la postura de la Iglesia que no sólo no pide perdón de puntillas a las víctimas de la dictadura, sino que rinde memoria al franquismo, tal como nos ofrece hoy El Plural con un vídeo incluso de la ceremonia religiosa a la tridentina celebrada en el Valle de Los Caídos por el alma del extinto Caudillo. ¿No se había aprobado la ley de Memoria Histórica que prohibe toda exaltación del anterior régimen? ¿O es que también el alma de Franco está exenta por razones artísticas?

RedDiario
EL SUEÑO DE RECONCILIACIÓN DEL CARDENAL TARANCÓN
En los tiempos que corren, se hacía difícil, casi impensable, creer que un Obispo, y menos el Presidente de la Conferencia Episcopal Española, tuviera unas palabras, aunque tímidas, muy medidas, de pedir perdón por la actuación de la Iglesia durante la Guerra Civil y en la violenta posguerra. Era un gesto necesario. El gesto adquiere aún mayor relevancia coincidiendo con unas fechas tan señaladas como el 20 N. (...)
Braulio Hernández, Atrio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No se ponga así Melibea, que muchas misas es menester dar a quien tanto ha pecado.

Anónimo dijo...

La actuación de la iglesia es su mejor descripción.

Anónimo dijo...

Parece increible que con tal método de conducta durante siglos la iglesia pudiera sobrevivir tanto tiempo.

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