sábado, 1 de septiembre de 2007

Viglietti-Benedetti: Uno tiene que desalambrarse a sí mismo para desalambrar a los demás

Luisa de León

Viglietti ya tiene quien le escriba. Tranquilo, con la boina rasa y azul que viste desde que bajó su caudal de pelo, se pasea por un hotel porteño con un libro bajo el brazo. No lo escribió él, pero parece: es su cara la que está en la tapa, el título es el verbo en presente que él inventó en futuro –Desalambrando– y su nombre figura casi tan grande como el del autor: Mario Benedetti. Lo que faltaba para que dos prohombres de la cultura uruguaya se fundan en una sola entidad: la pluma y la guitarra. El canto y la prosa. Ayer y hoy. “Es una gran emoción que este maestro de las letras uruguayas haya invertido tiempo y pluma en un trabajo que no es novela, poesía, ni teatro”, marketinea –pero bien– este hombre, que ya está al borde de los 70. "Desalambrando", recientemente publicado por la editorial Seix Barral, es un ensayo holístico y englobador de Benedetti sobre vida y obra de uno de los cantores más influyentes del país celeste. Fruto de una larga amistad –ideológica y afectiva–, conversaciones infinitas y hasta aquel hecho cultural que los unió en escena –A dos voces–, el novelista elaboró un minucioso trabajo biográfico sobre su socio, que no ahorra en datos y aconteceres históricos. Que enmarca al cantor en los diversos contextos sociales, históricos y políticos que acompañan su obra, de la esperanza libertaria de los primeros ’60 a la crisis estructural post dictadura.

La que acaban de leer es la introducción a una muy jugosa entrevista con Daniel Viglietti, firmada por Cristian Vitale, que publica en su edición de hoy el diario argentino Página/12, y en la que el cantor uruguayo se muestra tan elocuente y sutil como acostumbra. La última cuestión de la interviú hace referencia a una de las obras de Viglietti, Olimar, en la que se hablaba del hombre nuevo y la esperanza de una América libre, sobre cuyo grado de vigencia o escepticismo hoy en día le pregunta el periodista: La esperanza, para mí, no es un producto de época. Yo todavía imagino, deseo y respiro. Hay algo erótico en amar el futuro, en ser más libre: lo vivo como respirar, porque detesto los dogmas y las sectas. Estoy afiliado a la esperanza de cambiar el mundo, y cambiar yo... un trabajo doble muy complicado. Afuera está la lucha por cambiar la sociedad, y adentro creo que el psicoanálisis es una vertiente muy importante, porque alimenta este cambio global. No se puede cambiar la sociedad si no se cambia por dentro. El arado también tiene que labrar la tierra propia. Quiero decir: uno tiene que desalambrarse a sí mismo para después desalambrar a los demás.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Viejas palabras siempre nuevas.

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