miércoles, 29 de agosto de 2007

El abismo social entre ricos y pobres se multiplicó por cuatro en los últimos años


Carlos del Frade

¿Dónde habrán quedado aquellas palabras de libertad, igualdad y fraternidad que dieron origen, dicen los historiadores, a esa clase social sintetizadora del capitalismo, llamada burguesía? ¿En qué cementerio no descansarán en paz semejantes vocablos? En este tercer planeta de un sistema solar que está a un costado de una de las tantas millones de galaxias, la igualdad acaba de ser goleada y violentada una vez más. Aquel sistema que se impuso al conjuro de esas tres bellas palabras, no solamente destruye la mismísima cápsula espacial que anida la humanidad, sino que aniquila la especie abriendo fosas cada vez más profundas de injusticia y obscena concentración de riquezas en pocas manos. Ya no importa aquella advertencia del nazareno cuando dijo que era mucho más fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que un rico ingresara en el reino de los cielos. Ahora los ricos pueden comprarse sus propios reinos e inventar sus propios sueños y hasta pagar nuevas religiones que decreten la caducidad del viejo crucificado que predicaba la solidaridad. El Consejo de Amnistía Internacional informó que durante los últimos diez años, una persona rica tiene ciento treinta veces más que una persona pobre. En la década del noventa esa diferencia era de treinta veces. Se multiplicó por cuatro el abismo social entre los que son menos y las mayorías. El saqueo y la explotación es cada vez más genocida. La información agrega que, según el ex jefe de la Misión de Naciones Unidas en Sudán, Jan Pronk, al menos mil quinientos millones de personas, casi un tercio del total, viven con menos de un dólar al día. Las consecuencias de semejante monstruosidad es que habrá cada día más pobreza, mayor número de mortalidad infantil y femenina y que ya poco importa sentir hablar de metas humanitarias a alcanzar en el futuro porque el territorio de lo que vendrá solamente estará habitado por pocos. Es necesario un grito mundial de indignación y rebeldía inmediata. Para Nader Ferganiy, autor del informe sobre desarrollo humano del Programa de la ONU para el Desarrollo, el gasto militar de Estados Unidos en Irak y Afganistán sería suficiente para acabar dos veces con la pobreza mundial. Pero está claro que para el sistema no importa el costo existencial del saqueo sino el beneficio de la explotación. Importa la riqueza y no la pobreza, el futuro para pocos y los paraísos privatizados. Si una persona vale ciento treinta personas, libertad, igualdad, fraternidad y solidaridad son piezas de museos olvidados. ¿Cuál será el límite que imaginan los ricos del mundo para si mismos? Imposible saberlo. Pero desde el fondo mismo de la fosa, allí donde están los ciento treinta veces explotados, deberá salir la rebeldía que ya no regale más tiempo a favor de las minorías. La vida de las hijas y los hijos de los que son más dependen de las acciones del hoy porque ya valen ciento treinta veces menos.

Fuente de datos: Diario Clarín 13-08-07. Edición: 1087

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