miércoles, 29 de agosto de 2007

El Umbral que dejé de leer

Melibea

Se han escrito obituarios muy lucidos tras la muerte de don Francisco Umbral. Alguno, espontáneo y sin firma de prestigio que lo suscriba, hasta ha logrado reactivar ciertas sensaciones emocionales en mi memoria, fruto del recuerdo que guardo del seguimiento fiel y adolescente que hice en tiempos de tan excelente y afamado escritor de periódicos. Hace mucho, sin embargo, que aquella mi primera afición por sus columnas dejó de existir, como también hace tiempo que sus libros no me merecen la conmoción e interés que tuvieron su obra más sobresaliente, Mortal y rosa, o la apasionada y lúcida evocación de Larra en Anatomía de un dandy. Como evidencia de lo primero, mi estimado colega Escolar ha rescatado hoy dos artículos del señor Umbral, separados por algo más de una década, en los que demuestra el virtuoso dominio de su oficio y el servicio que hizo del mismo a costa de su coherencia ideológica, cuando ya debería al menos respetarse un poco por las obligaciones contraídas con los éxitos y la notoriedad de su nombre:

(...) Anguita, con otras palabras, lo que viene a pedir es escuela y despensa, como un Costa marxista, como un Marx terruñero y regeneracionista, que para eso se ha quedado la izquierda real, para barrer la cachiza de tanto señorito perdis, felipista, fraguista o de la Tuna de la Complutense, que están haciendo de las elecciones la Casa de la Troya y de Aznar una rondalla. A mí Aznar se me parece al de la pandereta, por lo marchoso.
El domingo, este domingo, voy a madrugar como un hortelano, voy a ponerme la pana limpia, el vaquero de vestir, y voy a caminar despacio, meditativo, por mi pueblo, hasta la urna. En la cabeza llevo mi voto y lo pasaré a la papeleta. El voto de la resignación, el voto de la participación, el voto de la emoción, el voto útil e inútil de la verdad y la violencia de alma, para quedar en paz conmigo mismo y tomarme luego un tinto, el tinto sobrio y duro del deber cumplido y el domingo santificado. El voto de Izquierda Unida
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Mi voto, Francisco Umbral, El Mundo, 24-05-1995

(...) El plan Rajoy nos parece, antes que nada, un proyecto moral, y esto lo decimos sin ningún misticismo, porque Rajoy es ante todo un místico de la política que vive del realismo y no del espectáculo. Lo que más necesita la España de los terrorismos es reencontrar la vieja moral que por cierto no está nada vieja. Del mismo modo que el Vaticano reinstaura a Cristo como la única figura de la Historia cristiana, tenemos ahora nosotros la oportunidad de vivir una realidad moral que nos permita llevar a cabo todas las propuestas mudas de nuestros libros y nuestros santos más hacederos. Vivimos unos años de convencionalismo humano e inhumano, pero la oferta de Rajoy y la verdad que regresa nos permitirían realizar ese programa anchuroso que el político de derechas nos brinda hoy al margen de fanatismos reales e irreales. En una palabra, que se agotan los recursos perversos de la fuerza y la mentira, brindándonos la perspectiva de unos hombres cordiales y vivideros, que no vividores, y no podemos ignorar que en la derecha había también unos recursos ignorados deliberadamente por los fieles convencionales.
Todo esto parece que suena a utopía, pero la nitidez de las propuestas y la entidad de ese apóstol de la honradez que es Rajoy, nos garantizan un futuro digno de ser asumido y un ejemplo de vida en común que pronto pudiera empezar a ser realidad y que debe llevarse adelante siquiera sea en los mejores momentos de su programa. Rajoy tiene la palabra.
Rajoy tiene la palabra
, Francisco Umbral, El Mundo, 13-07-2007

Breviario
PINCHO Y PACO
Pincho y Paco se han reencontrado hoy. Los restos del escritor Francisco Umbral, que falleciera ayer a los 72 años de un fallo cardiorrespiratorio, reposan junto a los de su único hijo en el nicho familiar del cementerio civil de La Almudena. Pasó el tiempo y forzosamente tuvo que ser un episodio mortal el que reencontrara al hombre con el hijo. El escritor le había buscado antes en Mortal y rosa (1975). A su manera, el camino más íntimo para aproximarse a la muerte. El de un escritor: su obra. Quienes le conocieron bien aseguran que éste fue uno de los escasos episodios de su vida en que ese dandy cheli que fue Umbral se mostró abiertamente abatido, incapaz de digerir los días e inhabilitado para sobreponerse. Pincho, fallecido a los seis años de edad de leucemia, inspiró el que se considera su mejor libro. Los ojos de mi hijo, se lee en Mortal y rosa, sus ojos que ayer eran flores abiertas, capullos de noche, y hoy son rendijas tristes, sesgados por el cansancio y el recelo.
El País.com.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pregunto si con la fama que tenía Umbral era capaz de escribir esos dos artículos en plena madurez, ¿qué coherencia mantendría cuando perseguía la fama que consiguió?

Anónimo dijo...

Más que las que citas, yo diría que Umbral tiene otros libros interesantes y creo que como cronista de su tiempo ha sido de lo mejor.

Anónimo dijo...

Yo creo que Umbral es uno de los mejores escritores de la segunda mitad del XX, pero en el XXI no dio de sí nada decente.

Anónimo dijo...

Si el periodismo al uso está lleno de servidumbres, ¿cómo no lo ha de estar quienes han encalado en el mismo la fama y la celebridad?

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