Félix Población
Al señor Rodríguez Zapatero se le debe reconocer la decisión que otro Presidente del Gobierno, de su mismo partido, no tomó en su día, a lo largo de más de doce años al frente de su cargo, cuando aún muchos de sus ancianos beneficiarios podían disfrutarla. Sólo cien de los casi quinientos Niños de Morelia, en México, han sobrevivido para asistir al reconocimiento que treinta años de democracia en España les debía. La ley de pensiones económicas y sanitarias a los exiliados durante la Guerra Civil, aprobada por el actual Gobierno en 2005, viene a reparar tardíamente un largo e injusto olvido.
Fue muy emotivo el encuentro de ZP hace unos días en México con los Niños de Morelia, hoy respetables y memoriosos octogenarios. Todos guardan de aquel largo viaje, emprendido en junio de 1937, cuando apenas podían comprender el territorio de sangre y odio en que se había convertido su patria, un recuerdo vivo y conmovedor. De haber permanecido en España, donde murieron 130.000 niños durante el aciago trienio 1936-1939, la suerte de muchos de aquellos pequeños exiliados que surcaron el Atlántico a solas con su destino podría haber sido al menos azarosa.
El México del general Cárdenas los acogió con un abrazo de solidaridad ejemplar, que si entonces impresionó por su generosidad a las conciencias, mucho más es de valorar si se compara con los tiempos que corren, cuando se cierran las fronteras con vallas y alambradas. México recibe a sus nuevos hijos, decían las pancartas de recepción bajo las que ingresó en una nueva vida aquel medio centenar de muchachos. No era una promesa baldía ni un mero trámite. México, como reconocía doña Amparo Batanero, la presidenta de la Asociación Niños de Morelia, se lo dio todo: nacionalidad, hijos, amistades.
Ese porvenir fue posible gracias al corazón abierto de un país que nunca reconoció al régimen dictatorial que propició tan dramática diáspora. Fue hacedero ese futuro porque, como dijo el señor Presidente del Gobierno durante su estancia en México -aunque con el tiempo verbal equivocado-, no hay muro que pueda imponerse al sueño de una vida mejor.
En presente de indicativo, esos muros existen y crecen cada día ante la desesperación de quienes pretenden cumplir tal sueño. Los hay al norte de México, donde muchos de los que aspiran a ese afán perecen al intentarlo. Los hay al sur de España, donde las alambradas de Ceuta y Melilla obligan a centenares de subsaharianos a echar su suerte en una patera con el riesgo más que probable de que sus sueños queden para siempre en el fondo del mar, ese mismo mar que hace setenta años les dio nacionalidad, hijos y amistad a los Niños de Morelia como nuevos hijos de México.
2 comentarios:
Y allí estuvieron. ¡Viva la República, carajo! :)
Esos puntos de demagogia en ZP no son muy vistosos aunque a quienes le asesoran así les parezca.
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