domingo, 22 de abril de 2007

Del discurso regeneracionista a la mentira

Lazarillo

La ciudadanía recuerda aquel discurso regeneracionista con el que el Partido Popular combatió, ayudado por el incondicional respaldo mediático que le era afín, las corruptelas y sucia estrategia antiterrorista que le costó al Partido Socialista perder las elecciones en 1996. Hubo observadores que predijeron entonces una larga travesía del desierto para el PSOE. Habían sido tantas las expectativas con las que don Felipe González llegó a La Moncloa en 1982 que las razones fundamentales de aquella derrota, tras una larga permanencia en el poder, dejaron a un sector de su electorado huérfano de alternativa, al igual que el partido se quedó huérfano de liderazgo. El Partido Popular, tras una primera legislatura provechosa en el Gobierno, hizo todo lo posible al final de la segunda para que un PSOE renovado se sirviera de la prepotencia, los errores y falacias del Presidente don José María Aznar el de Las Azores y algunos de los suyos para recobrar la gobernación perdida 8 años atrás. Y en eso estamos. El aznarato sigue al frente del PP y de aquel discurso de regeneración se ha pasado a una reincidencia continuada -sin enmienda y sin excusas- en la mentira, tal como don Mariano Rajoy demostró en su pasada comparecencia televisiva ante una gran audiencia, con 31 falsedades o inexactitudes a lo largo la misma. Si a eso se añaden las irregularidades que se están registrando últimamente en no pocos municipios, donde han sido denunciados representantes del Partido Popular por falsificación de documentos relacionados con el voto por correo, como en Melilla, o alteración de los censos electorales, como en varias localidades de España, se convendrá en el fundamentado sentido de estos párrafos correspondientes al editorial de hoy del diario El País:

El juicio del 11-M está evidenciando que, en contra de lo que pretende, el PP no ostenta el monopolio de la virtud; y también que no es el dueño del criterio para definir la normalidad y la decencia, un propósito, por lo demás, más propio de una concepción sectaria de la política que de un partido democrático. Tras la truculenta declaración como testigo de quien era el jefe de la Policía en el momento de los atentados, Díaz de Mera, los ciudadanos han asistido entre sorprendidos e indignados, no a la constatación de que Aznar y algunos miembros de su Gobierno mintieron sobre la autoría. La sorpresa y la indignación proceden, en estos días, de que el PP no haya tenido escrúpulos en seguir alentando una especulación conspirativa, cuyo único propósito era ocultar aquella mentira con otras mentiras nuevas. También ahora el PP pretende esconder la mano, y algunos de sus líderes han tenido la osadía de retar a los ciudadanos y a los medios de comunicación que no se plegaron a su intento de manipulación para que encuentren declaraciones sobre una supuesta participación de ETA en el 11-M.
Las maniobras para influir por medios espurios en el resultado de las próximas elecciones municipales, falsificando documentos relacionados con el voto por correo o intentando alterar los censos electorales, son los últimos episodios en los que se ha visto envuelto un partido que no es que diga estar en contra del sistema, sino que, paradójicamente, asegura encarnarlo en su estado más puro y ser su único y verdadero garante. El comportamiento adoptado ante estos nuevos casos de corrupción que le afectan, y de manera especial por algunos dirigentes como Acebes y Zaplana, no difiere del que siguieron tras el 11-M: una mentira inicial les unce a la mentira permanente, confiando en que, otra vez, la prensa amarilla les ayudará a crear la realidad virtual con la que esperan convertir a los ciudadanos en una especie de electores sonámbulos. La imparcialidad que el PP reclama para informar sobre estos hechos es una artera invitación a la equidistancia entre la verdad y la mentira. No existe equidistancia posible, porque la opción es la independencia. Precisamente para que nadie, ni en los medios ni en la política, ni tampoco en la sociedad, vuelva a caer en esa fraudulenta tentación regeneracionista de arrogarse el monopolio de la virtud o de dividir a los ciudadanos en normales y anormales, en decentes e indecentes.


RedDiario

Carta
LA FALACIA DE RAJOY
Confieso que ni en su día aguanté toda la intervención de Zapatero en la primera edición del programa "Tengo una pregunta para usted", ni el pasado jueves pude estar más de media hora ante la pantalla cuando el personaje interrogado fue el señor Rajoy; al que, por cierto, no sé por qué se empeñan algunos en llaman líder de la oposición, como si la única oposición al Gobierno fuera la del Partido Popular.
El caso es que aunque se pudiera discutir sobre si es preferible decir lo que uno piensa (caso de Zapatero, al creer, erróneamente, que con 80 céntimos se podía pagar un café), o bien irse por los cerros de Úbeda cuando la pregunta es incómoda (caso de Rajoy, cuando le mencionaron su salario), hay algo que me parece especialmente ilustrativo sobre el pensamiento del político conservador. Me refiero a que cuando un invitado al programa le habló de las banderas franquistas presentes en alguna de las manifestaciones convocadas por el PP, Rajoy respondió que pudo haber dos, pero muchas menos que las "decenas" de banderas republicanas que suelen verse en las manifestaciones de la izquierda. Y claro, eso lo retrata hasta los huesos.
Porque comparar la bandera de un régimen democrático, como fue la Segunda República Española, con la de una dictadura como la del general Franco es como mínimo una frivolidad, si no la manifestación de que aún queda bastante camino que recorrer al PP para que muchos españoles lo consideremos un partido realmente democrático.

José Luis Corcobado al Director de El País.

Entrevista
JUEZ JUAN DEL OLMO: HEMOS SIDO DESPRECIADOS Y SUFRIDO DESCONSIDERACIÓN
-¿Se sintió reforzado tras recibir el apoyo del Consejo General del Poder Judicial por lo que usted consideró insultos de un periódico afín al PP y de una emisora propiedad de la Conferencia Episcopal?
-Si a alguien le dan la razón en un asunto donde se tenía razón; si un órgano sale en defensa de esa persona, está reconociendo algo que el afectado ya tenía de antemano. De lo que me siento orgulloso es de haber tenido el respaldo de tanto esfuerzo humano [en la instrucción del sumario del 11-M] que pasa desapercibido, pero que son hombres y mujeres que, esos sí, han sufrido, quizá mucho más, el desprecio, el anonimato, la falta de consideración, muchas veces de la propia sociedad en general. De esa labor en equipo, insisto, es de lo que me siento orgulloso.
Diario La Nueva España

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El pueblo soberano no suele tener mucha memoria.

Anónimo dijo...

Confieso que hay que ser muy templado para no poner el grito en el cielo ante lo que se escribe en ciertas publicaciones. No obstante, hay que serlo. Y a ver: mentir es faltar a la verdad, de modo que cuando se sepa la verdad de lo ocurrido el 11-M y también si la dicha verdad la conocía o no el Gobierno de entonces podrá hablarse de si éste mintió o no. Por otro lado, y a pesar de que D. Felipe González gobernó bastante bien, a la gente lo del GAL no le gustó mucho. Siempre he dicho que hay que tener memoria y desde luego recuerdo muy bien los comentarios de aquella época en torno del asunto. Es ahora, en época de elecciones, cuando todo observador imparcial ha de fijarse mucho en lo que dicen los medios: Si son libres, es imposible que todos digan lo mismo y si no lo son lo mejor es no hacer caso de lo que digan y juzgar según hechos y no según suposiciones. Puestos a hacerlas, todos llegaríamos muy lejos. Desde mi particular punto de vista, empezaría a sospechar que hay verdad en lo que se dice del PP, cuando en alguno de esos medios se reconociera lo que está haciendo mal el Gobierno de ZP y recuerdo, en este sentido, que el mejor escribano echa algún borrón de vez en cuando.

Anónimo dijo...

La discreción y mesura en expresarlas da más valor a las opiniones del juez Del Olmo. España debe sentirse muy satisfecha del proceso judicial por el 11-M y el PP muy avergonzado.

Publicar un comentario