Félix Población
Esta semana he prestado suma atención a las declaraciones de dos viejos intelectuales a los que admiro y respeto por la habitual lucidez de sus criterios. Con el primero tuve oportunidad de mantener alguna conversación a propósito de sus obras literarias. Don José Luis Sampedro, que mañana cumplirá 90 años, se hace a la idea de que morirá pronto, aunque ante esa perspectiva se siente hasta cierto punto satisfecho por el disgusto que le ocasiona la situación actual de lo que él llama desintegración del sistema.
Quien fuera muy estimado catedrático de Estructura Económica de la Universidad Complutense se ha mostrado una vez más muy crítico con la globalización económica, que supone la transferencia de las grandes decisiones a las potencias financieras, mientras no se globaliza la Justicia -pues USA no acepta el Tribunal Internacional-, ni la Sanidad, que permitiría prestar ayuda al grave problema del sida en África.
El anciano profesor considera que la sociedad actual está en un proceso de desintegración porque sus componentes han funcionado a distintas velocidades: la católica iglesia se ha quedado en el siglo XV, la economía en el XVIII y la política en la centuria decimonónica con un parlamentarismo totalmente superado. Esa variación en las velocidades hace que la sociedad esté llena de miedo e inseguridad, con una aceleración técnica muy superior al acompañamiento de la mentalidad adecuada para asumirla. En la cultura actual -afirma don José Luis-, no interesa comprender sino hacer, conseguir resultados, punto de vista muy propio de la sociedad norteamericana, más afanosa del deslumbre que de la iluminación.
El segundo protagonista que se muestra no menos decepcionado ante el futuro que tenemos delante es don José Saramago, que ha celebrado la publicación de sus Pequeñas Memorias de niño campesino con una visita a su pueblo natal, Azinhaga. Allí, movido acaso por la rememoración melancólica de sus lejanos días de hambre y miseria, formuló el escritor portugués una aseveración rotunda: Estamos hundidos en la mierda del mundo y no se puede ser optimista: el que es optimista es estúpido o millonario, y le importa un pepino lo que ocurra a su alrededor.
Yo no sé si don José Luis y don José, que comparten residencia en las Canarias, uno en Tenerife y otro en Lanzarate, tendrán oportunidad de compartir presencialmente sus infaustas opiniones respecto al porvenir de la Humanidad. Quiero creer, pese al valor innegable que doy a las mismas, que lo drástico de sus formulaciones podría deberse a una circunstancia también común: que ninguno de los dos tiene descendencia.
Quizá con un nieto pendiente de su cariño, Sampedro y Saramago estuviesen obligados a matizar esa aciaga perspectiva con un punto de esperanza. De otro modo sería como negar horizonte de vida a la vida que crece a nuestro lado, algo inadmisible si se pretende cambiar el rumbo a ese previsto tránsito del planeta hacia el desastre. Al menos es lo que estamos obligados a sentir por naturaleza quienes, con no disentir de las razones de ambos intelectuales, ponemos el corazón de la esperanza regeneradora en las manos y la conciencia de nuestros hijos. En nosotros está favorecer y potenciar ese anhelo.
Breviario
UNA CITA DE MARX
Vaya en honor al reconocido maestro de economistas cuyas reflexiones he comentado, esta cita correspondiente a El Capital, de Karl Marx, que con perspicaz sentido de la oportunidad documental y la actualidad en curso inserta mi apreciado colega Ángel en su cada día más frecuentada web PiensaChile: El capital experimenta horror por la ausencia de ganancia o por una ganancia muy pequeña, como la naturaleza siente horror por el vacío. Si la ganancia es adecuada, el capital se vuelve audaz. Un 10 % seguro, y se lo podrá emplear dondequiera; 20 %, y se pondrá impulsivo; 50 %, y llegará positivamente a la temeridad; por 100 %, pisoteará todas las leyes humanas; 300 % y no hay crimen que lo arredre, aunque corra el riesgo de que lo ahorquen. Cuando la turbulencia y la refriega producen ganancias, el capital alentará una y otra.
PiensaChile.
5 comentarios:
Yo también conozco al Profesor Sampedro. Ha sido uno de mis mejores profesores y con él aprendí una Economía cálida y vivaz, en la que el ser humano siempres es protagonista. Si el mundo se hunde es porque hemos olvidado principios éticos inmutables, pero descuide usted, Sr. Población: En el ser humano existe una necesidad ineludible de buscar la verdad y mientras dicha capacidad exista la sociedad humana persisitirá por muchas lacras que que tenga. Piense usted que lo malo siempre hace más ruido que lo bueno y creáme: hay mucho de bueno en nuestra naturaleza.
Pero no el ruido lo que hace que esos señores vaticinen un porvenir tan negro. Temo que sea el ruido el que al final se imponga por no ser sólo ruido.
¿Quién habla de un Marx superado? El capitalismo galopante no deja de darle la razón.
Da gusto leer tus comentarios, Félix. Me apunto a tu blog con mucho interés.
Sampedro tiene una hija y un nieto, que yo sepa, La sonrisa etrusca está inspirada en ese nieto. Esto no quita para que me parezca idóneo el artículo de Félix.
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