Celestina Tenerías
El lugar se llama Villa Clara, que es topónimo evocador de transparencias y verdades, y el estudio lo ha verificado la doctora Nancy Nepomuceno entre 54 de los 100 ancianos que superan el siglo (en torno a tres millares en toda la isla). Pues bien, la clave de esa longevidad entre sus moradores -con una expectativa de vida cifrada en los 78 años, 2 más que la media del país- reside al parecer en unas buenas dosis de café, nada de alcohol, un interés no extinto por el sexo u otras áreas y unos buenos vegueros que llenen de azuladas volutas la relajada atmósfera de sus ocios. La noticia la difunde hoy BBC y deja en quien la haya leído la gratificante sensación de que la consumación más pronta o más tardía de la vida que somos puede estar quizá en la capacidad y delectación conque seamos capaces de llenarla de sentido. Con los sentidos a tono y en disciplinada armonía con la intensidad de disfrute que nos procuren esos sencillos y elementales placeres, sería incluso creíble que hasta el tabaco, bien rodado entre los dedos y envuelto en su natural textura, fuera no sólo un lenitivo para las aprensivas melancolías de la senectud, sino un aliento balsámico para mantener el pulso y lo que se tercie a la altura del vivir.
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