miércoles, 20 de septiembre de 2006

Rodríguez Ibarra, honesto y claro

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Félix Población

No me ha sorprendido el anuncio de la retirada de la política activa del presidente de la Junta de Extremadura. Era hasta cierto punto previsible en quien antepone la salud a un inquieto batallar. Él mismo lo ha dicho: salvaguarda su corazón del estrés a que le somete su cargo, consciente de su incapacidad para vivir la política sin estrés.

La explicación está en línea con el perfil temperamental que ha caracterizado al señor Rodríguez Ibarra. En una profesión muy poco dada a la expresión llana y personal de ideas e impresiones, sobre todo cuando los políticos se deben en exceso a la disciplina de militancia de un partido y abunda más la sumisión que la lealtad, el lenguaje vacuo y retórico que la expresión comprometida y elocuente, don Juan Carlos ha sido un ejemplo de dignidad y transparencia en sus formulaciones.

Pese a que en ocasiones haya pecado por exceso en sus reproches al nacionalismo, se haya enfrentado a las claras con el señor Maragall y haya disentido francamente con el esbozo de aquel primer Estatut apoyado por sus compañeros catalanes, quienes hayan pretendido hacernos creer que el señor Rodríguez Ibarra podría encarnar una disidencia en rebeldía con su militancia, estaban muy lejos de conocerle.

En sintonía con esos prejuicios, sin embargo, el señor Zaplana se ha permitido ayer teorizar sobre la marcha de don Juan Carlos, como si la misma fuera fruto de su divergencia con la política autonómica del Partido Socialista. Más lejos incluso ha ido don Eduardo, totalmente irrecuperable para la sensatez desde el 14-M: El señor Rodríguez Ibarra se ha ido -dijo obsesionado por aquella derrota y todas las subsiguientes en sucesivos comicios- porque teme perder la próximos elecciones.

Decirle esto a quien lleva seis consultas ganadas a lo largo de los últimos veinticuatro años y cinco de ellas por mayoría absoluta, con un innegable provecho para la modernización y desarrollo económico de su Comunidad, sumida hasta 1983 en un distintivo y evidente atraso, denota el escaso fundamento que le asiste al señor Zaplana.

Es hasta cierto punto lógico que un político como don Eduardo, que no se retira de la política pese a dar tantas pruebas de mala cabeza, no sepa asumir que otro la abandone por ser incapaz de no poner en juego cuando la ejerce su corazón.

RedDiario

Artículo
BAJA NÚMERO CUATRO
Si hay que apuntarse en la lista de personas que sienten esa retirada, yo me pongo de primero. Porque Rodríguez Ibarra no es lo que parece. Descubrí su atractivo dialéctico hace años, en una anécdota menor. Fue cuando el programa Protagonistas lo proclamó «Tarugo»; es decir, el más tonto de la temporada. Lejos de acomplejarse, Ibarra se presentó a recoger el galardón y dijo en su discurso algo parecido a esto: «Cuando se concede un premio de poesía, lo fallan excelsos poetas; cuando se premia un artículo, lo deciden egregios periodistas. Es de suponer que a los tarugos los reconocen tarugos más consolidados».
Fernando Ónega, La Voz de Galicia.

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